Sobre el cuerpo y la fragilidad humana en la obra de Zhang Huan
Las uñas como iris blancos, como ojos ciegos que te devuelven la mirada, como cabezas de palillos de tambor que se prolongan en las manos, en un busto desnudo con cabeza rapada recortado sobre fondo negro. El autorretrato del artista chino Zhang Huan (1965), con los globos oculares cubiertos y ahondados por la presión de las yemas de los dedos corazón de ambas manos, es una imagen subyugante, misteriosa, magnética, tan viva como la imagen que devuelve el espejo de uno mismo. Esta fotografía, presentada en Madrid en una exposición individual de 70 obras en el marco de Photo España 2007, es una buena ventana al mundo de un artista que se ha servido de su cuerpo, principalmente en performances y fotografías, para explorar los sentimientos, las relaciones entre cuerpo y espíritu, y la frágil condición humana.
Formado artísticamente en la copia, en 1992 se produjo un punto de inflexión en su obra, cuando encontró por azar la pierna de un maniquí. ¿Empecé a experimentar atándola a mi cuerpo, introduciendo mi pierna dentro de la del maniquí. Lo considero un momento trascendental porque me permitió establecer un contacto directo entre mi cuerpo y el arte que pretendía por entonces¿, ha revelado. En las performances que realizó después ha explorado los límites del cuerpo y de la naturaleza. En 12 Square meters (1994) se sentó en el inodoro de un lavabo público con el cuerpo cubierto de aceite y miel para que acudieran las moscas, mientras que en otra performance se llenó la boca de lombrices. En To Add One Meter to an Anonymous Mountain (1995) amontonó cuerpos desnudos en la cima de una montaña hasta elevarla un metro, y en las fotografías de Window (2005) se le ve llevando a hombros un burro. Casi siempre aparece con el cuerpo desnudo, un cuerpo que es la medida de todas las cosas y la vía para experimentar el contacto directo con el exterior.
«Mi taller está en mi cabeza», dice Zhang Huan en un vídeo sobre su forma de trabajar proyectado en la exposición de Madrid. Actualmente vive en Shangai, pero ha vivido en Europa y ocho años en Nueva York. ¿Occidente y Oriente son dos realidades muy diferentes, sus formas de entender la vida son totalmente distintas. Oriente tiene una fisonomía redonda, mientras que la de occidente es más similar a un cuadrado o un triángulo. Esto significa que Occidente tiene una visión más científica, más visible, tangible y empírica, casi positivista, diría yo, mientras que Oriente tiene un semblante, digamos, menos real, donde las cosas importantes no se perciben inmediatamente¿, afirma este artista cuya vida y obra están impregnadas por el budismo. En el futuro, le gustaría juntar ambas formas, unir en su obra Oriente y Occidente, lo redondo y lo cuadrado. Recientemente ha empezado a utilizar las cenizas de incienso de los templos budistas. Le emociona trabajar con esas cenizas que recogen los deseos de miles de personas y elaborar con ellas grandes esculturas de cabezas o cuerpos. Tan livianas y frágiles como la vida humana.
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