Solitarios

Sobre el impacto biológico de la soledad y la psiconeuroinmunología

[divider_flat] Para calibrar hasta qué punto el hombre es un animal social basta tener presente que la soledad es probablemente lo que más nos entristece. La calidad de  los lazos humanos es un componente esencial de la felicidad, y por eso  cuando la soledad no es algo elegido la vida de una persona se resiente. Numerosos estudios epidemiológicos han mostrado que las personas solas tienen más infecciones y problemas cardiovasculares, entre otros problemas de salud, así como mayor mortalidad. Una intrigante cuestión pendiente de esclarecer es si estos riesgos de la soledad se derivan de la falta de recursos sociales, ya sean económicos o personales, o tienen que ver también con alguna alteración biológica derivada del aislamiento social. Aunque esta cuestión está lejos de resolverse, una pequeña investigación ha introducido cierta luz al relacionar la soledad crónica con un patrón de expresión genética que, como era de esperar, hace que el organismo de los solitarios sea más vulnerable.

Lo que insinúa esta investigación es que los sentimientos de soledad debilitan el sistema inmunitario. Sus autores, de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y de la Universidad de Chicago, utilizaron micromatrices multigénicas (microarrays o chips genéticos) para estudiar la actividad de los 209 genes humanos conocidos relacionados con los leucocitos en 14 personas: seis con problemas de soledad y las ocho restantes con buenos lazos sociales (la valoración de hizo con la UCLA Loneliness Scale, tomando personas por debajo del percentil 15 y por encima del 85). Los investigadores decubrieron que la expresión génica de los 209 genes era diferente entre ambos grupos: había 78 sobreexpresados en el grupo de los solitarios (entre ellos, genes implicados en la inflamación y la activación del sistema inmunológico), y otros 131 que estaban infraexpresados, incluyendo algunos implicados en la respuesta contra virus y la producción de anticuerpos. Este distinto patrón de expresión génica era independiente, según los investigadores, de otros factores de riesgo, como el estado de salud, la edad, el peso o la medicación.

La importancia de esta investigación, si sus resultados se confirman en estudios con más personas, es que proporcionaría un marcador biológico de la soledad. Por una parte, se tendrían dianas molecular para bloquear los efectos biológicos adversos  del aislamiento social y, por otra, permitirían valorar los efectos de las intervenciones sociales, psicológicas y farmacológicas. Aunque cada vez más gente vive sola en las ciudades europeas, lo que cuenta, tanto a nivel psicológico como de expresión génica, no es tanto si se vive solo o acompañado y la cantidad de relaciones sociales, sino la valoración subjetiva de esos lazos que son un ingrediente importante de la salud y el bienestar. El problema cuerpo-mente es realmente complejo, pero la psiconeuroinmunología parece haber encontrado aquí una vía de abordaje para estudiar biológicamente la soledad y la mayor vulnerabilidad de los solitarios.


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