Hojas de ruta

Sobre el devenir individual y social de las enfermedades

[divider_flat] Transcurridos ya 25 años desde la descripción de los primeros casos de sida el 5 de junio de 1981, la enfermedad mata todos los meses a 250.000 personas. Este coste en vidas humanas es superior al del tsunami que asoló las costas del océano Índico en 2004, con el agravante de que el tsunami del sida se produce cada mes, como señala el virólogo Robert Gallo en la revista Student British Medical Journal de diciembre de 2006. En total, el virus del sida ha causado la muerte de 25 millones de personas y sigue presente en el cuerpo de otros 40 millones. Esta enorme factura de muerte e infección no empaña, sin embargo, los progresos en cuanto a conocimiento, prevención y tratamiento de la enfermedad conseguidos en estos 25 años. Nadie podía aventurar hace un cuarto de siglo el alcance que iba a tener esta pandemia, del mismo modo que actualmente existe una gran incertidumbre sobre el acceso al tratamiento en algunos países o la consecución de una vacuna preventiva. Las características singulares del sida no lo convierten, sin embargo, en un caso excepcional, sino que permiten ilustrar cómo el devenir de cualquier enfermedad está sujeto a numerosos condicionantes individuales y sociales. Lo habitual es que los avances médicos disparen enseguida nuevas expectativas e impulsen a trazar nuevas hojas de ruta para aventurar cómo será la salud individual y colectiva, pero estas predicciones sólo pueden ser debidamente formuladas y valoradas con un poco de perspectiva.

El aumento de tres décadas en la esperanza de vida logrado en los países desarrollados durante el siglo XX se ha debido a un mejor control de numerosas enfermedades, principalmente de las infecciones, gracias a una larga serie de progresos entre los que se cuentan desde los antibióticos a la implantación de las unidades de cuidados intensivos, desde las mejoras en la alimentación hasta los trasplantes. De cara al futuro, la prolongación de la esperanza de vida y la consecución de una aceptable la calidad de vida hasta edades muy avanzadas va a depender de algunos significativos avances frente a las enfermedades y las discapacidades. Algunos de ellos, como el desarrollo de medicamentos contra dianas moleculares, ya son una realidad para tratar algunos tipos de cáncer, y sólo es cuestión de tiempo que la idea se extienda a más tumores y enfermedades. Otros, como la obtención de órganos o partes de cuerpo a partir de las células madre, ya se vislumbran en un horizonte más o menos próximo para tratar enfermedades como la diabetes o regenerar células nerviosas o todo un hígado. El logro de nuevas vacunas terapéuticas o preventivas, la cirugía prenatal o el desarrollo de vías nerviosas artificiales para reconectar una médula seccionada son otros de los grandes avances que contemplan los científicos. Pero quizá el mayor cambio vendrá de la mano del conocimiento del perfil genético individual para conocer la susceptibilidad personal a las enfermedades y a los riesgos ambientales y poder elaborar, en consecuencia, una hoja de ruta de la salud de cada uno.


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