Sobre la influencia de las relaciones sociales en la salud
Ciertamente, no hacía ninguna falta que la epidemiología viniera a destacar el valor de la amistad. Es sabido desde antiguo que quien encuentra un amigo encuentra un tesoro y que la amistad es una de las grandes –y además gratuita– dichas de la vida. Pero puestos a considerar las condiciones de la salud en toda su amplitud, algunas investigaciones de epidemiología social de los últimos 25 años han conseguido mostrar que las amistades, y en general las relaciones sociales, tienen un efecto beneficioso sobre la salud y la supervivencia. El capital social de una persona, como se ha dado en denominar a la suma total de sus relaciones sociales, con las normas y valores que sostienen estas relaciones, parece ser una buena inversión en salud.
Sobre esta idea vaga de la salubridad de la amistad, coherente con la tradición y el sentido común, un reciente estudio australiano ha venido a precisar que las relaciones sociales tienen un efecto positivo sobre la supervivencia de las personas mayores de 70 años. Este estudio de cohorte, publicado en el número de junio del Journal of Epidemiology and Community Health, muestra además que la relación estrecha con los hijos y familiares tiene un impacto mínimo sobre la supervivencia, mientras que lo que sí mejora significativamente las posibilidades de sobrevivir en los siguientes 10 años es el tener una buena red social de amigos y personas de confianza (incluida la pareja). Las conclusiones de este trabajo, basadas en los datos ofrecidos durante una década por casi 1.500 australianos acerca de sus contactos personales y telefónicos con sus amigos, familiares y demás personas de confianza, llevan a especular que el efecto positivo de la amistad sobre la salud podría deberse a que las amistades pueden influir en la adquisición de buenos hábitos y conductas de salud a la vez que favorecen el buen humor, la autoestima y los mecanismos mentales de defensa frente a las dificultades. Pero lo cierto es que se desconoce si existe una relación causal, qué es exactamente lo que mejora la supervivencia y, más aun, cuál podría ser la base biológica de este efecto. Además, para respaldar de forma concluyente cualquier efecto saludable de la amistad habría que hacer ensayos clínicos.
Mientras se diseñan y ponen en marcha los necesarios ensayos para evaluar el verdadero potencial de salud de las intervenciones que favorezcan los vínculos interpersonales, con los estudios disponibles hay que convenir que cualquier estrategia -educativa, urbanística o de cualquier otro tipo- encaminada a fomentar las relaciones sociales es una buena política de salud. Como la epidemiología social se está encargando de demostrar poco a poco a través de muy diversos estudios, el bienestar social de las personas parece ser un factor insoslayable de la salud. Al final va a resultar que la OMS, con su grandilocuente y cuestionada definición de salud como estado de completo bienestar físico, mental y social, va a tener una buena parte de razón.
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