Sobre la importancia de los factores sociales en la salud

La promesa de democracia para Irak ha traído, de momento, una realidad de más de 100.000 muertos, multiplicando el riesgo de muerte de la población por 58. Estas cifras, calculadas por investigadores de la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg de Baltimore (Estados Unidos) y publicada en The Lancet, reflejan la mortalidad añadida y superflua ocasionada por una guerra ¿democratizadora¿ en un país cuyos indicadores de salud y libertad no eran precisamente buenos. Como decía Richard Horton, director de The Lancet, «el intento de imponer una democracia liberal por la fuerza ha sido insuficiente para llevar la paz y la seguridad a la población civil. El imperialismo democrático ha conducido a más muertes, no menos».
La democracia, sin embargo, no está reñida con la salud. Más bien, como confirma un estudio publicado en el último número de 2004 del British Medical Journal, se asocia en todo el mundo con mejores niveles de salud y bienestar. Este efecto positivo sobre la salud de las personas que parecen tener las libertades civiles y los derechos políticos propios de un estado democrático se manifiesta con independencia de su riqueza, desigualdades sociales y peso del sector público, según el trabajo realizado por el equipo del epidemiólogo Carlos Álvarez-Dardet, de la Universidad de Alicante. De los 170 países analizados (el 98% de la población mundial), menos de la mitad (el 39% de la población) tienen regímenes democráticos y libres; y es en estos países en los que los tres indicadores de salud estudiados (esperanza de vida, mortalidad materna y mortalidad infantil) eran más favorables. A pesar de que el estudio muestra una foto fija de 1998 y no tiene en cuenta la evolución de cada país, la poca calidad de algunos datos y otras limitaciones, la investigación viene a respaldar la hipótesis ¿que deberá ser confirmada¿ de que el acceso a la información, la libertad de oportunidades y otras posibilidades que ofrecen las democracias son positivas para la salud. Los autores postulan que la democratización política, por sí misma, podría ser una eficaz vía para contrarrestar a escala global los efectos deletéreos de las desigualdades.
Las sociedades democráticas, además de ser más ricas, en general gastan más en educación y ofrecen a los ciudadanos mayores niveles de seguridad y protección social, por lo que no es fácil aislar la política de otros posibles factores. Está claro que el bienestar físico, mental y social que llamamos salud responde a múltiples condicionantes, tanto biológicos como ambientales, pero la actual preocupación por conocer y controlar los factores de riesgo personal, como puede ser la colesterolemia o cierto genotipo, podría estar minusvalorando la importancia de los factores sociales. Como reacción, frente a la epidemiología de los factores de riesgo está surgiendo una incipiente epidemiología social y política que empieza a sacar a la luz otros determinantes de la salud más insospechados, desde la vivienda a la propia democracia.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *