Cuerpos de goma

Sobre la exposición de cadáveres humanos plastinizados

Muchas personas no han visto jamás un cuerpo humano por dentro. Algunas personas, probablemente muchas, se acercarán a verlo en una exposición, apta para todas las edades, inaugurada el 17 de noviembre en Barcelona y que incluye 17 cuerpos enteros y más de 200 órganos, conservados con una novedosa técnica. Allí donde ha ido la exposición Bodies. The exhibition, desde Nueva York a Lisboa, se ha hablado de morbo, de espectáculo, de divulgación científica, de arte, de exhibición de la muerte y de ética. Esta exhibición de cadáveres humanos implica sin duda cuestiones controvertidas, pero lo cierto es que despierta una gran curiosidad en el público y tiene un gran poder educativo. Hagamos un poco de disección.

Todos los médicos han estudiado anatomía con cadáveres cedidos a las facultades de Medicina para ser diseccionados con un objetivo claro: conocer las interioridades del cuerpo para entender su funcionamiento en la salud y en la enfermedad. Pero, aparte de los médicos, muy pocas personas pueden observar un cadáver real o sus partes, ni siquiera con fines educativos, entre otras cosas por sus dificultades de conservación. La invención de una técnica de polimerización que convierte el tejido humano en un material no degradable de consistencia plástica, no sólo ha revolucionado la anatomía, sino que ha permitido que los cadáveres humanos salgan de las piscinas de formol y puedan ser presentados en público sin olores, humedades y otros problemas de conservación. El primero en hacerlo fue el anatomista alemán Gunther von Hagens, inventor de la técnica de plastinización (sustitución del agua del cuerpo por una silicona endurecida) y famoso por sus polémicas exposiciones iniciadas en 1995 en Japón. Desde entonces él y otras empresas organizan muestras con cadáveres humanos plastinizados, como la que ahora presenta Premier Exhibitions en Barcelona, realizadas con mayor o menor competencia divulgativa y con más o menos garantías sobre la procedencia de los cadáveres, que es su principal problema ético.

Salvados estos escollos, ¿qué tiene de enfermizo querer ver cómo es un cuerpo humano por dentro? Aunque los expositores puedan aprovecharse de ello, el morbo está sólo en el cerebro del espectador morboso. La televisión, internet y los museos de ciencia ponen al alcance del público imágenes del interior del cuerpo vivo o muerto, pero no es lo mismo una imagen digital que un cuerpo real. La plastinización ha convertido el cadáver humano en objeto expositivo y ha permitido que su observación deje de ser un privilegio de anatomistas y forenses. Estas muestras pueden ser más o menos delicadas en la presentación de los cuerpos, pero en ningún caso cabe considerarlas como exposiciones de arte ni exhibiciones de la muerte. Aunque pueden provocar un legítimo rechazo en algunas personas, lo que se expone, más que personas sin vida, son ante todo cuerpos humanos plastificados que ayudan a democratizar la anatomía.


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