Sobre la identidad, los automatismos del habla y sus alteraciones
[divider_flat] Imaginemos que un buen día empezamos a hablar nuestra lengua materna con acento extranjero. Nos damos perfecta cuenta de que nuestro habla ha cambiado, pero no podemos evitarlo. Los desconocidos creen, con razón, que somos extranjeros; nosotros nos quedamos desconcertados y asustados. Esto fue lo que le ocurrió hace unos años a una mujer de Castellón: tras sufrir un golpe accidental que le provocó una oclusión de la carótida, empezó a hablar su lengua materna, el castellano, con acento francés. El equipo de Neurología del Hospital General de Castellón que estudió el caso acabó diagnosticando un síndrome del acento extranjero o FAS (foreign accent syndrome), un trastorno tan raro que sólo hay documentadas unas decenas de casos en todo el mundo.
El primer caso del que se tiene noticia es el de un parisino que en 1917 empezó a hablar con acento alsaciano como consecuencia de una herida de guerra que le causó también una hemiparesia derecha. Hay casos de argentinos que adquieren un acento eslavo y de ingleses que hablan como franceses, entre otros extraños cambios de acento, normalmente relacionados con un accidente cerebrovascular o un traumatismo. El habla de todos ellos es perfectamente inteligible y, de hecho, ningún oyente sospecharía nada patológico. Lo único que parecen tener en común es un cambio de acento en su lengua materna, mientras que curiosamente no se afecta la pronunciación de otras lenguas. ¿Por qué no afecta a las segundas lenguas? ¿Por qué el habla de estos pacientes suena normal aunque con acento diferente? ¿Tienen en común alguna lesión y algún mecanismo? Estos y otros interesantes interrogantes se discuten en un artículo de la Revista de Neurología en el que el equipo de Julio González-Álvarez analiza el caso de la mujer de Castellón. Dada la escasez de casos en todo el mundo no es posible asociar el FAS con una lesión concreta en un sitio específico, pero los estudios de neuroimagen y otros apuntan a algunos circuitos que pasan por los ganglios basales, relacionados con la adquisición de los automatismos motores de la lengua o lenguas maternas.
Lo curioso del síndrome del acento extranjero es que no se parece a la afasia ni a otras alteración neurológicas del habla. Los pacientes no presentan ningún déficit expresivo y comprensivo, y su habla no suena patológica porque no viola las reglas fonéticas. El mayor problema tiene que ver con el sentimiento de pertenencia a su comunidad parlante y la afectación de su identidad personal (es bien ilustrativo el caso de una mujer noruega alcanzada por un proyectil nazi en 1947 que sintió rechazo social cuando empezó a hablar con un fuerte acento alemán). La clínica ha aportado mucho al progreso de la neurociencia y es de esperar que la resolución de este síndrome puede iluminar a la vez cuestiones tan importantes como son el habla, un auténtico prodigio de coordinación neuromuscular, y ese constructo que llamamos identidad personal y que quizá esté más relacionado de lo pensamos con la conducta motora.
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