Sobre el aprendizaje del inglés para el ejercicio de la medicina

[hr]La medicina española está probablemente infrarrepresentada en el escenario internacional. Lo está en las sociedades médicas internacionales, en las que son contados los representantes españoles que ocupan cargos relevantes. Lo está también en los congresos internacionales, donde escasean los ponentes españoles. Y probablemente lo está también en las publicaciones biomédicas. Aunque las cosas han mejorado notablemente en los últimos años, la medicina española no tiene probablemente el protagonismo internacional que se merece. La principal explicación de este fenómeno es el sesgo anglosajón, la preeminencia del inglés como lengua franca de la ciencia y la biomedicina, que favorece a los angloparlantes y discrimina a quienes no dominan esta lengua. Los médicos españoles siguen estando muy por debajo de la media europea en cuando a dominio del inglés médico, que sigue siendo la gran asignatura pendiente de la medicina en España, ausente en los planes de estudio, carente de libros útiles y confinado al aprendizaje autodidacta.

El dominio del inglés médico no sólo es necesario para ejercer en un país angloparlante, aprovechar un año sabático en el extranjero o discutir con un colega; es imprescindible para entender la literatura científica y estar al día, para publicar, presentar ponencias y participar activamente en reuniones internacionales y, en fin, para estar conectado con médicos e investigadores de todo el mundo. Para quienes todavía no han tirado la toalla –o están dispuestos a agacharse, recogerla y volver a intentarlo–, ha salido recientemente un libro de lo más útil como compañero de viaje en esta aventura personal de mejorar cada día el inglés médico, especialmente para los médicos de familia, a quienes va dirigido. Primary Care English (Springer, 2008), de Ramón Ribes, Isabel García-Gimeno y Roger Jones, reúne en poco más de 500 páginas toda la experiencia en el aprendizaje del inglés de un grupo de médicos nativos y no nativos para que esta lengua deje de ser una barrera profesional. Escrito por médicos y para médicos, el manual está cargado de sensatez, sentido práctico y buenos consejos, y es heredero de otro más conciso y general, Medical English (Springer, 2006). Su lectura pausada es un estímulo para el autoaprendizaje placentero del inglés médico, que es sin duda la mejor forma de avanzar.

Dominar el inglés médico es mucho más difícil de lo que parece. Los cursos específicos son una vía, pero la oferta es muy insuficiente (Spandoc ofrece algunos cursos); por eso, quizá lo más importante de estos libros es que invitan a mantener un contacto cotidiano con el inglés. Como bien saben quienes consultan el Diccionario crítico de dudas inglés-español de medicina, más conocido como el Navarro (otro libro imprescindible para cualquier médico), el inglés médico es un camino interminable emboscado de trampas y falsos amigos que conviene transitar con modestia, perseverancia y un infatigable deseo de aprender. El provecho va más allá de la propia medicina.


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