Sobre la simbiosis de investigación clínica y calidad asistencial
La alta calidad asistencial en España, comparable a las mejores del mundo, sigue siendo el orgullo de nuestro sistema sanitario. El llamado “milagro sanitario español” se ha producido en apenas tres décadas, desde la introducción del sistema MIR (“el avance más importante registrado en España en el terreno de la educación médica”, según cuenta en su blog Ciril Rozman, protagonista destacado de este hito), con la universalización de la asistencia y gracias al esfuerzo de los profesionales sanitarios. Pero este salto de calidad asistencial está amenazado por muchos factores: el desencanto y la precarización de los facultativos, a quienes se les viene exigiendo mucho más de lo que se les retribuye; los problemas asociados a la gestión y la demanda creciente de prestaciones, cada vez más caras; la falta de una carrera profesional y la pérdida de prestigio social, etcétera. Cada vez hay más voces que dicen que este milagro empieza a ser un espejismo y que probablemente la calidad asistencial ya no sea tan buena como se supone y proclama.
La falta de integración de la medicina básica en los hospitales y la insuficiente investigación clínica pasan por ser uno de los principales problemas del sistema sanitario. Muchos piensan que esta precariedad investigadora acaba mermando la calidad asistencial, si no lo ha hecho ya. “La medicina se mueve a pasos agigantados por el concurso y aportaciones de la bioquímica, la biología o la genética. Nuestros médicos se lo están perdiendo, y lo que es más grave, todos nos lo estamos perdiendo”, escribía el año pasado en un artículo (Investigar en hospitales: última llamada) el nefrólogo y profesor del CSIC Santiago Lamas. Y la investigación clínica tampoco da la talla, como sostiene un reciente editorial de Medicina Clínica, titulado El fracaso de la investigación clínica en España y firmado por Federico Soriguer, jefe de Endocrinología del hospital Carlos Haya de Málaga, que analiza la precariedad de la investigación con pacientes en los hospitales. “Este retroceso de la investigación clínica”, sostiene Soriguer, “es tanto causa como consecuencia del creciente deterioro de la calidad asistencial de muchas de las instalaciones sanitarias de nuestro país”. Aunque la versión oficial presenta otra realidad, probablemente muchos clínicos e investigadores suscribirían esta apreciación.
Está claro que investigación y asistencia son dos caras de la misma moneda. Por eso, la mejor garantía de una buena asistencia es que haya investigación clínica, pero sin calidad asistencial es difícil hacer investigación. La medicina ya ha dejado de ser un arte para convertirse es una mezcla de ciencia y arte, en un humanismo científico, como dice Soriguer. Pero este tránsito de una medicina basada en la autoridad a una medicina basada en la evidencia científica y en la participación del paciente implica muchos cambios. Y al sistema sanitario español le urge acertar con esos cambios para que la asistencia médica supere la actual amenaza de no ser ni humana ni científica.
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