Secretismo

Sobre la transparencia y la opacidad en la investigación

Aunque no hubiera estudios sobre la libre circulación de información entre investigadores, es un secreto a voces que la comunidad científica no es todo lo transparente que debiera y que no pocos de sus miembros ejercen y/o sufren cierto secretismo. En principio, tampoco había por qué esperar que en esto la investigación fuera distinta de otras actividades humanas, pero ocurre que uno de los pilares básicos del progreso científico es precisamente la libre disponibilidad de los datos y materiales de las investigaciones publicadas, para que así se puedan reproducir los experimentos y confirmar los resultados. Como era de temer, y ahora insinúa un estudio, el secretismo parece ser algo cotidiano entre los investigadores, al menos en un área tan sensible a los conflictos de intereses como es la genética humana.

El artículo que publicó el JAMA el pasado 23 de enero es uno de los pocos que han puesto el dedo en la llaga de la ocultación de datos entre científicos. Según este estudio (una encuesta a genetistas en el año 2000), un 47% de los investigadores reconoce que su solicitud de información adicional, datos o materiales sobre un estudio le ha sido denegada en alguna ocasión en los últimos tres años, mientras un 12% reconoce haberse negado a la solicitud de un colega. En conjunto, en uno de cada 10 trabajos sobre genética humana la petición de información adicional es denegada. Esta ocultación de datos provoca que un 28% de los genetistas no pueda confirmar un trabajo publicado; un 24% tenga que retrasar sus investigaciones, y un 24% las abandone. Las principales razones que llevan a los investigadores a desatender una solicitud de información son, según los propios interesados, el esfuerzo que implica atender esta solicitud (80%); la protección del trabajo de un investigador del equipo (64%), y la salvaguardia de la propia capacidad de publicar sobre el tema en el futuro (53%). Como vemos, intereses todos ellos comprensibles y sólo justificables en algunos casos, pero que esquivan el epicentro económico que impulsa buena parte de la investigación genética y a la vez crea no pocos conflictos de intereses. Y es que a nadie se le escapa que las expectativas comerciales de los resultados de la investigación genética entran en conflicto con la libre circulación de la información científica.

Si lo ideal y lo real fueran una sola y misma cosa, no habría por qué utilizar dos palabras. Pero la investigación se mueve entre un ideal de trasparencia y una opacidad probablemente demasiado cotidiana. En general, en torno a la investigación del ADN se está produciendo un preocupante deslizamiento de la transparencia hacia la opacidad, como bien advertía el artículo “Variedades de secretos y secretas variedades: el caso de la biotecnología”, publicado en 2000 en Politics and the Life Sciences. Esta tendencia hacia la ocultación de datos es sin duda una mala noticia para la ciencia, pero lo peor es que ni siquiera conocemos el grado de secretismo ni cómo remediarlo.


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