El perejil macedonio

Sobre el albur hipertextual o el mariposeo de flor en flor por internet

Cuando uno empieza a tirar del hilo de una palabra en internet no sabe dónde puede acabar. Algunos han recurrido a la metáfora del hilo de Ariadna para representar el éxito de una empresa tan dificultosa como es localizar algo raro en el laberinto de internet. Pero con los modernos buscadores como Google esto es cada vez más sencillo y eficaz. Lo auténticamente estimulante es adentrarse en el laberinto. Antes, en la prehistoria de internet de hace tan solo un lustro, recuerdo que había buscadores con un botón que te dirigía a un sitio cualquiera elegido al azar. Era una forma de viajar por carreteras secundarias y desviarse a veces por caminos locales hacia zonas oscuras y poco transitadas de la red. Pero esto también es posible tirando alegre o ávidamente del hilo de una palabra. En cierto modo, un viaje de este tipo por la red es una metáfora de la asociación de ideas que se produce en nuestra conciencia, y el buscador resulta ser una herramienta idónea para darle estímulo y distracción. Pues bien, eso es lo que me ha pasado a mí con el perejil, que entré a buscarlo para aliñar un guiso sobre el cerebro y la cocina, y me he enredado con un lío de macedonios, moros y caballos.

Resulta que hay un perejil macedonio y que esta buena hierba responde también al nombre de apio caballar. De entrada, cuesta trabajo creer que dos nombres con fonéticas tan discordantes y formados por palabras de raíces y trayectorias tan dispares puedan tener el mismo olor e idénticas propiedades. Pero se trata de una sola y misma planta (el Smyrnium olusatrum, de la que aquí puede verse un dibujo y una fotografía), la misma que en catalán tiene el hermoso nombre de julivert de moro y en gallego salsa de cavalo. ¿Qué tienen que ver los macedonios con los moros y los caballos? En el libro de referencia Plantas medicinales. El Dioscórides renovado del farmacéutico y químico Pio Font Quer no se aclara el asunto, pero se dice que “esta especie es el hipposelinon de los griegos, voz que significa perejil o apio de caballo, por su desarrollo. En tiempos de Dioscórides se quisaba para comerlo. Su simiente, dice, bebida con vino y miel, provoca el menstruo… y sirve contra el gotear de la orina”. Esta es la información que nos da Font sobre la historia de la planta, y tampoco vamos a jugar aquí ahora al divertimento de las respuestas ingeniosas sobre macedonios y moros a caballo.

El arquitecto, escritor dominguero y pintor a ratos libres Óscar Tusquets publicó hace unos años un libro titulado Todo es comparable y en las primeras páginas contaba, para justificar el título, una inusitada comparación que le había hecho Salvador Dalí entre los caracoles y el Greco, basada en su común capacidad de metarfosearse y absorber los valores y sabores del entorno. Además, añadía Dalí, “cuando con mi tenedorcito extraigo el caracol de su caparazón, fíjate en cómo se alarga adoptando una apariencia muy similar a la de los santos que levitan en los cielos del Greco…”  El juego de que todo es comparable o está relacionado con todo encuentra su mejor escenario en internet porque allí nos enteramos también que otro pintor, Leonardo de Vinci (1452-1519), que era zurdo y escribía de derecha a izquierda, fue además de arquitecto, inventor, ingeniero y científico, jefe de cocina de una taberna florentina llamada “Los tres caracoles” y que durante 30 años fue maestro de banquetes de Ludovico Sforza “El Moro”, gobernador de Milán. Una de las sorpresas que he encontrado en este viaje a la deriva por internet ha sido saber que Leonardo fue el inventor de la servilleta. Sirva este mariposeo hipertextual de aperitivo para lo que en realidad quería haber tratado: el caso  sorprendente de un prestigioso cocinero que también estudió pintura y es además neurólogo. De modo que, la próxima semana seguiremos con el perejil y la macedonia.


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