Congresos virtuales

Sobre las oportunidades, ventajas y pegas de las reuniones científicas en la red

Quien no haya asistido nunca a un congreso virtual tiene la oportunidad de hacerlo hasta el 7 de marzo en Interpsiquis 2001. Este II Congreso Virtual de Psiquiatría, inaugurado ayer 1 de febrero con una sugerente conferencia a cargo de Juan José López-Ibor, presidente de la Asociación Mundial de Psiquiatría (WPA), sobre «El problema de la verdad en psiquiatria», arranca con la estimable experiencia de un congreso previo que además fue un éxito (los datos lo avalan: 2.426 profesionales inscritos; 23 sociedades científicas participantes; 316 trabajos presentados, entre conferencias, comunicaciones y pósters; 110.000 visitas al sitio web, y más de 1.000 mensajes intercambiados). Y es que basta entrar en la página principal de este evento para percatarse de que este segundo congreso no tiene prácticamente nada que envidiar a uno convencional: su estructura es muy similar y no faltan una docena de laboratorios patrocinadores y el apoyo de la WPA, la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP) y medio centenar más de sociedades científicas y otras entidades. La principal diferencia es que tanto su organización, a cargo de Psiquiatría.com (el gran portal de psiquiatría de habla hispana con más de 20.000 suscriptores), como la presentación de trabajos y su discusión tienen lugar en el ciberespacio, ese cargante y petulante término que habría que ir enterrando.

El acceso a Interpsiquis 2001 es además libre, aunque para entrar a las salas de conferencias y debates (ponencias escritas y chats) hay que estar inscrito (en el área de inscripciones hay una modalidad gratuita para los profesionales de la salud que ofrece al instante un nombre de usuario y una clave de acceso). Con sólo consultar el programa científico del congreso se percata uno de que, por la extensión y amplitud de miras de los temas tratados, el congreso puede ser interesante para muchos médicos y no sólo para los profesionales de la salud mental. Ciertamente, la salud mental ocupa hoy un lugar central en la atención sanitaria. Una de cada cuatro personas que acuden a los servicios sanitarios en busca de ayuda lo hace por un trastorno mental o neurológico o un problema psicosocial, como las adicciones. En total, se estima que hay en el mundo unos 400 millones de personas que sufren estos problemas de salud, según la OMS, que el pasado 10 de enero lanzó la Campaña de Salud Mental para el año 2001.  No es ésta, pues, una mala ocasión para apreciar algunas de las evidentes ventajas de un congreso virtual, como son la gratuidad de la asistencia, la oportunidad de poder conocer la opinión de expertos de todo el mundo y acceder a un diálogo personal con ellos, las prácticamente ilimitadas posibilidades de participación, la mayor duración de la reunión científica y la posibilidad, por tanto, de debatir un contenido científico más extenso.

Sin embargo, en los congresos virtuales como este el contacto humano tiene sus limitaciones. Se echa en falta toda la información sensorial que acompaña a un cara a cara, a la relajada conversación en torno a una comida o los momentos lúdicos que siempre hay en un congreso convencional, más el turismo y otras cuantas cosas. Pero, al margen de esto y del entusiasmo que suscitan todavía hoy las experiencias virtuales por la novedad del procedimiento, está claro que este tipo de reuniones en la red tienen su razón de ser y sus incuestionables ventajas. El tiempo irá decantando sus mejores usos y posibilidades, pero sin duda van a ser una moneda corriente para la difusión del conocimiento y la discusión científica. Además, internet puede ayudar a asentar los tres principios de Popper para una ética profesional que citaba López-Ibor en la conferencia inaugural, principalmente el tercero o de acercamiento a la verdad mediante el debate, al margen de si se llega o no a un acuerdo, que tampoco es lo más importante.


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