Sobre el ginkgo biloba y otros vigorizantes cerebrales
Bastaría su musical y evocador nombre para asociar el ginkgo biloba con las maravillas más fantasiosas o las fantasías más maravillosas, que más o menos viene a ser lo mismo. Pero el gingko es de por sí un árbol prodigioso, en primer lugar por ser uno de los más antiguos que existen (hay fósiles de más de 250 millones de antigüedad, y Darwin lo consideraba un auténtico fósil viviente). Tiene una longevidad de más de 1.000 años, mide hasta 40 metros y es de lo más resistente. En las inmediaciones del lugar donde explotó la bomba atómica en Hiroshima había dos ejemplares que sobrevivieron a la explosión y ahí siguen. Originario de Corea, China y Japón, hay muestras en muchas ciudades de todo el mundo. En el jardín de Goethe había uno, y sus hojas en forma de abanico partido por la mitad (biloba: dos lóbulos) inspiraron un famoso poema titulado “Ginkgo biloba” que el escritor, científico, filósofo y botánico alemán escribió en 1815 a su amante Marianne von Villemer. En él se pregunta “¿Será este árbol extraño algún ser vivo / que un día en dos mitades se / dividiera? ¿O dos seres que tanto se comprendieron, / que fundirse en un solo ser decidieran?” / La clave de este enigma tan inquietante / Yo dentro de mí mismo creo haberla hallado: / ¿no adivinas tú mismo, por mis canciones, / que soy sencillo y doble como este árbol?” La incierta etimología del nombre nos remite al chino y japonés “ginkio”, que significa “albaricoque de plata”, en referencia a la forma de pequeño albaricoque de su semilla y al color plateado de su fruto, y viene a añadir si cabe más literatura a la leyenda de este árbol.
Pero la popularidad actual de este árbol se debe sobre todo a las supuestas propiedades medicinales del extracto de sus hojas, utilizado en la medicina tradicional china y consolidado hoy como el remedio de herboristeria más popular para reforzar la memoria y otras funciones cognitivas. Por eso no es sorprendente que la revista Investigación y ciencia destaque en su portada del número de junio el artículo “La verdad sobre el ginkgo biloba”. Como suele ocurrir con tantas otras hierbas medicinales, hoy por hoy la escasa investigación realizada no permite asegurar nada. La verdad averiguada por los tres neurocientíficos que firman el artículo es que “no tenemos suficiente información como para decir de modo concluyente si el ginkgo mejora o no la cognición”, aunque “hay hallazgos positivos, quizá sólo los justos, para mantener nuestro interés en seguir investigando sobre el ginkgo”. Y eso es lo que está haciendo, sin ir más lejos, el National Center for Complementary and Alternative Medicine de EE UU, que actualñmente está reclutando pacientes para realizar la fase III de un ensayo clínico sobre la prevención de la demencia y la pérdida de memoria con extractos de ginkgo. Este ensayo probablemente aclarará algo las cosas, pero queda todavía mucho por hacer para conocer la eficacia real del ginkgo, lo mismo que la del gingseng y otros milenarios vigorizantes cerebrales.
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