Sobre la crisis del placebo, la moda de los Lactobacillus y las claves de la longevidad
Ahora que el vulgo empezaba a asimilar y familiarizarse con la noción de placebo, a fuerza de aparecer una y otra vez en los medios de comunicación, resulta que el efecto de estas sustancias inertes o casi no es para tanto. Vaya, que estaba sobrestimado. Esto es lo que viene a decir ahora un análisis pormenorizado de 114 estudios médicos del último medio siglo que se publica ahora en The New England Journal of Medicine (edición del 24 de mayo), cuyo sitio electrónico, por cierto, ha sido por fin rediseñado. En el artículo Is the Placebo Powerless?— An Analysis of Clinical Trials Comparing Placebo with No Treatment, los autores concluyen que los placebos sólo son mejores que nada en el tratamiento del dolor, por su gran componente subjetivo, y que su uso sólo está justificado en el escenario experimental de los ensayos clínicos. Con esta rotundidad, la medicina oficial -representada por el buque insignia del NEJM y el Nordic Cochrane Centre, que ha participado en el análisis- desmitifica el efecto placebo y, de paso, todas las terapias heterodoxas que se fundamentan en cierta medida en el poder de la mente y la sugestión. Y no sólo el agua bendita o la galleta del afamado «doctor Galleta», sino otras de gran predicamento como la homeopatía. Porque, ¿qué son las hiperdiluidas pócimas homeopáticas sino placebos?
A la luz de este análisis del NEJM, llamar a los placebos por su nombre es probablemente la manera más eficaz de desmitificarlos y ponerlos en su sitio. Pero, claro, esto rompería el encanto de la sugestión en la que se basan tantas y tantas terapias, desde las consideradas heterodoxas hasta otras más oficiales. Apaciguado algo el boom de las vitaminas y los complejos vitamínicos, el que ahora se nos está viniendo encima es el de los llamados probióticos, esos alimentos ricos en bacterias buenas que nos sanan a la vez que nos alimentan. Las virtudes de los Lactobacillus empiezan a glosarse una semana sí y otra también en la literatura médica. El British Medical Journal (BMJ), tan atento como siempre a la más rabiosa actualidad, nos ofrece esta semana un estudio que avala la capacidad de la leche con probióticos para prevenir las infecciones respiratorias en niños, a la vez que en el editorial Do probiotics prevent childhood illnesses? hace una reflexión para no echar las campanas al vuelo antes de que otros estudios avalen los resultados. Mientras una marca de lacteos hace campaña para que sus productos probióticos se pidan también en bares y cafeterías, estas nuevas fuentes de salud se venden también en internet. Compruébese, por ejemplo, lo que prometen las cápsulas Culturelle con Lactobacillus GG.
El tiempo dirá en que queda el efecto real de los probióticos y en qué medida se beneficia del ahora en crisis efecto placebo. Pero para verlo, hace falta una larga vida. Y de eso, precisamente, nos habla un sorprendente estudio que se publica en el American Journal of Psychiatry sobre las claves de la longevidad. En este estudio, que se inició en 1940 y pasa por ser el más largo trabajo continuado sobre salud física y mental, se han identificado siete factores que parecen ayudar a envejecer con salud. Aunque pueden parecer obvios, son el resultado de un estudio de más de 60 años de investigación, por lo que ahí van: consumo moderado de alcohol, no fumar, pareja estable, ejercicio, peso adecuado, actitud positiva y ausencia de depresión. Todos, excepto el último, son en buena medida una opción personal, por lo que llegar a viejos no es sólo una cuestión genética, sino también una elección personal. Pero la vida, como el porvenir del placebo y los bacilos buenos, puede dar muchas vueltas, y no hay forma de predecir su suerte.
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