Altibajos emocionales

Sobre el ánimo, la creatividad y el trastorno bipolar

[divider_flat] Si nos fuera dado elegir, a la gran mayoría nos gustaría tener buen humor, un estado de ánimo expansivo, confianza y seguridad en uno mismo, grandes dosis de energía mental, un pensamiento muy creativo y cantidad de ambición. Estos y otros rasgos anímicos son característicos de lo que se llama hipomanía, un estado sostenido de euforia y excitación que, sin llegar a desconectar a la persona de la realidad, ayuda a enfrentarse a la vida con optimismo y resolución. Todos sabemos, sin embargo, que este estado no es normal ni habitual en el común de la gente, cuyo ánimo es más o menos variable y está muy relacionado con los sucesos de cada día y su situación vital. En la hipomanía no todo es de color de rosas, pues quien la disfruta tiene el riesgo de deslizarse por la pendiente de la euforia y caer en la promiscuidad, en gastos excesivos o en otras conductas con posibles consecuencias negativas. Detrás de este estado hay normalmente un desarreglo neuroquímico con un reverso depresivo que provoca sucesivos ciclos de hipomanía y depresión. Es lo que se llamaba antes psicosis maniaco-depresiva y ahora trastorno afectivo bipolar, un problema que puede ser devastador y que, a juzgar por cómo se han disparado los diagnósticos, parece algo propio de nuestra época.

Un estudio publicado en la revista Archives of General Psychiatry de septiembre daba cuenta de que, entre 1993 y 2003, se había duplicado en EE UU el número de adultos diagnosticados de trastorno bipolar. Con todo, lo más preocupante era que en el mismo periodo el número de niños diagnosticados se había multiplicado por 40. El estudio en cuestión sospechaba que podíamos estar ante un caso claro de sobrediagnóstico, sobre todo en niños, pues distinguir un trastorno bipolar de un déficit de atención con hiperactividad puede ser un complicado ejercicio de diagnóstico diferencial (la impulsividad, la falta de concentración y otros síntomas son similares). Pero es que el diagnóstico de trastorno bipolar no deja en paz ni a los muertos, y se ha extendido, de forma especulativa, a muchos personajes ilustres del pasado, como Vincent van Gogh, Isaac Newton, Lord Byron o Virginia Woolf, basándose en la probable existencias de periodos depresivos seguidos de otros de elevada productividad. En una reciente biografía de Beethoven también se especula con su bipolaridad, según se recoge en el Harvard Health Letter de noviembre, pues tuvo tendencias suicidas pero luego fue capaz de escribir varias sinfonías de forma simultánea. La psicóloga Kay Redfield Jamison, profesora de la UCLA y una de las persona que más sabe de este trastorno por ser ella misma afectada, ha escrito admirablemente sobre los artistas que lo padecieron pero también sobre la cara y la cruz de la bipolaridad. Si todos estos creadores realmente padecieron un trastorno bipolar, probablemente fue una forma suave o tipo II. Y quizá también muchos de los diagnósticos actuales sean formas suaves, con altos y bajos tan poco marcados que bien se pueden confundir con los altibajos emocionales de cualquier persona.


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