Sobre las dietas milagrosas y el negocio del adelgazamiento
Si el doctor Robert Atkins estaba realmente gordo cuando murió el año pasado a consecuencia de una caída accidental, ¿qué van a pensar ahora los millones de seguidores de su dieta de adelgazamiento? La reciente revelación de datos confidenciales del informe clínico del controvertido cardiólogo, que parecen indicar que pesaba más de 110 kilos y su salud cardiovascular era bastante precaria, podría tener sobre su popular dieta de adelgazamiento unos efectos más negativos que toda la evidencia científica puesta sobre la mesa por las autoridades sanitarias.
Atkins era el primer seguidor de su estrafalaria dieta de adelgazamiento, rica en grasas y prácticamente sin hidratos de carbono, por lo que la prueba de que la dieta no funcionaba en su precursor podría deteriorar los florecientes negocios de Atkins Nutritionals, cuyo sitio en internet es todo un supermercado (se venden todos los libros de Atkins y un extenso surtido de productos dietéticos basados en sus directrices), y donde ya se han apresurado a desmentir la obesidad del fundador antes de su muerte (The Truth About Dr. Atkins’ Weight).
Pero no hay que hacerse ilusiones con que esta filtración vaya a traer la sensatez al acuciante problema del adelgazamiento en EE UU, convertido ya en un inmenso enredo entreverado de salud, negocios y medias verdades. La dieta Atkins es sólo uno de los muchos programas de adelgazamiento que prometen perder peso de forma milagrosa, sin hacer ajustes y renuncias esenciales, y contraviniendo lo que se considera el paradigma del perfil calórico saludable y equilibrado, esto es, que las calorías totales de la dieta provengan en un 60% de los hidratos de carbono, en un 25% de las grasas y en un 15% de las proteínas.
Las autoridades sanitarias de EE UU se han esforzado en los últimos años en divulgar los preceptos de una dieta equilibrada, y los han resumido con la imagen de una pirámide, en cuya base están las frutas y los vegetales y en la que los dulces y las grasas se sitúan en la punta, para que la población sepa cómo comer de forma equilibrada, tanto si necesita adelgazar como si no. Pero según datos de los Centers for Disease Control and Prevention (CDC), sólo uno de cada seis estadounidenses que siguen una dieta reduce el número de calorías y aumenta el ejercicio físico. Y así, claro está, no hay manera de adelgazar. Pero lo peor es que algunas dietas milagrosas pueden ser peligrosas para la salud. La de Atkins no cumple ninguna de las cinco principales condiciones del Physicians Comittee for Responsable Medicine (PCRM): contener un mínimo de fibra; tener abundancia de frutas y vegetales; ser baja en colesterol; baja en grasas, y baja en grasas saturadas.
La cruel ironía en EE UU es que cuanto más florecen las dietas y los negocios del adelgazamiento más gordos hay (en la década de 1990 los obesos aumentaron un 61% y los diabéticos tipo 2, un 49%). Y lo peor es que el modelo americano, en la dieta como en tantas otras cosas, se extiende por todo el mundo.
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