Sobre el diseño y el compromiso contra el sida en Barcelona
En vísperas de la XIV Conferencia Mundial del Sida que se celebra en Barcelona del 7 al 12 julio, la ciudad está repleta de banderolas alusivas que compiten, entre otras, con las del sesquicentenario de Gaudí. Como no podía ser menos en una de las capitales del mundo con mayor conciencia de diseño, las banderolas son de una estética que subraya por encima de todo la propia identidad (lo mismo ocurría con el diseño de rico colorido tribal en la conferencia de Durban de 2000 y con el austero y eficaz diseño suizo en la conferencia de Ginebra de 1998). En las banderolas de la conferencia de Barcelona, sobre un fondo blanco de mosaico de azulejos gaudiniano, con los tres colores primarios (azul, amarillo y rojo) del logotipo de las Olimpiadas de hace 10 años, aparece escrito el lema de la conferencia: “Conocimiento y compromiso para la acción”. Las hay en varios idiomas, pero en todas la palabra compromiso aparece en un amarillo tan apagado y deslucido que resulta difícil su lectura y casi llega a hacerla invisible. En este caso, no parece tratarse de una estrategia para que el público se acerque lo suficiente como para poder leer las palabras en amarillo, sino que es simplemente un caso más de flagrante inadecuación del diseño al mensaje.
Sin embargo, como subraya José María Gatell, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas y Sida del Hospital Clínico de Barcelona y presidente de esta conferencia, el principal objetivo de esta cumbre sería conseguir un compromiso firme para la prevención y para que todos los enfermos tengan acceso a tratamientos. El objetivo se antoja tan deseable como difícil de conseguir a corto plazo, por cuanto por ahora sólo una de cada 50 personas que precisan tratamiento antirretroviral contra el VIH/sida en el mundo tiene acceso a él, según el último informe de Onusida, la agencia de la ONU contra el sida, presentado el martes pasado. Ciertamente, el conocimiento, la primera premisa del lema de la conferencia, va a tener una presencia notable en la conferencia de Barcelona, con casi 10.500 trabajos aceptados, un 30% más que en la conferencia de Durban de hace dos años. En el terreno científico, se espera que en la reunión de Barcelona se presenten dos nuevas familias de fármacos: los inhibidores de la fusión, que podrán estar en el mercado en unos meses, y los inhibidores de la integrasa, que no se comercializarían hasta dentro de dos o tres años. Con ser importante, las ventajas de esta ampliación del arsenal de fármacos disponibles sólo llegarán a un porcentaje reducidísimo de enfermos. Los otros, la inmensa mayoría, siguen esperando los primeros fármacos. Y eso sólo llegará con el compromiso político de los Gobiernos si reciben la suficiente presión social y mediática como para que el abordaje mundial de la epidemia de sida sea una prioridad. Quizá la conferencia de Barcelona nos depare algún avance en este sentido, pero al menos por lo que se puede apreciar en las banderolas, el compromiso no parece algo prioritario.
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