Sobre las relaciones entre médicos y laboratorios
Los animales personificados en la ilustración de Malcolm Willet parecen los protagonistas de una fábula. Descripción de la escena: en el centro, cinco cerdos en una comida de negocios presidida por un reptil que firma un talonario de cheques; al fondo a la izquierda, un gorrino juega al golf mientras el reptil que lo acompaña saca la bandera del hoyo; a la derecha, otro puerco imparte una clase o una conferencia ante la mirada de un lagarto trajeado; en lo alto vuela un avión de “Fiesta Air” pintado de color rosa y con morro de gorrino; en primer plano, un gato enfermo con un gotero al que nadie presta atención; varios cerdos llevan bata blanca. Fin de la descripción. Así es la portada del número especial del British Medical Journal (BMJ) del 31 de mayo de 2003, cuyo título asertivo más parece el de una declaración de hechos o intenciones que el de una fábula moral: “La hora de desenredar a los médicos de las compañías farmacéuticas”. Las mil y una variantes de este enredo de comidas y viajes, de reuniones patrocinadas (300.000 al año sólo en EE UU) y regalos de cortesía, afectan en mayor o menor medida al conjunto de la profesión médica. Como recuerda Ray Moynihan, coordinador de este especial, “la comida, los halagos y la amistad son tres poderosas herramientas de persuasión”, pero nunca hasta ahora se había manifestado de forma tan clara y rotunda, y en una revista de primer nivel, la necesidad de poner tierra de por medio entre las partes. “No más comidas gratis”, reza el editorial de un número que no pretende ir contra los laboratorios sino contra unas relaciones poco saludables que influyen en la investigación, condicionan la prescripción y acaban perjudicando a los pacientes.
Las revistas médicas son conscientes de que no pueden cambiar el mundo de la medicina y ni siquiera modificar la práctica médica, pero aspiran a influir en la opinión de sus lectores o al menos a poner sobre la mesa los temas de discusión. Y esto y no otra cosa es lo que pretende el BMJ con este especial, cuyo mensaje principal es que todos, los médicos y las compañías farmacéuticas, pero sobre todo los pacientes, saldrán beneficiados si se clarifican las distancias y relaciones entre médicos y laboratorios. Los datos y los comentarios que aporta el BMJ para la reflexión se antojan tan pertinentes y necesarios que todos los implicados, médicos y personal de la industria farmacéutica, deberían leerlo para conocer por ejemplo las cifras millonarias de la promoción, los diversos sesgos que conlleva la investigación patrocinada o cómo los visitadores médicos inducen un aumento innecesario de la prescripción. Algunas sociedades médicas y universidades de EE UU están tomando medidas para limitar la influencia de los laboratorios, a la vez que campañas como PharmFree o iniciativas como No Free Lunch parecen indicar que podría estar gestándose un cambio de tendencia. En cualquier caso, lo que sí hay que agradecer al BMJ es su honradez y oportunidad al plantear el debate.
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