Cicatrices

Sobre los límites del cuerpo en las performances de Marina Abramovic

Los dos cuerpos desnudos colocados frente a frente a modo de quicio apenas dejan espacio para que se cuele una tercera persona por la abertura. No hay ni un pie de separación entre ambos, por lo que para entrar hay que avanzar de perfil, encarándose con el cuerpo de él o con el de ella. El individuo de la foto, consciente o inconscientemente, ha elegido rozarse contra el cuerpo de ella y utiliza su maletín de trabajo como avanzadilla para abrirse hueco entre los dos desnudos. La imagen fue tomada en 1977, en la Galleria Comunale d’Arte Moderna de Bolonia, donde una cámara oculta filmaba esta dificultosa y provocadora entrada del público a la galería. Dentro no había otra cosa que ver que la filmación de la entrada del público a través de esta puerta humana proyectada en diversos monitores. La joven desnuda es la artista serbia Marina Abramovic (Belgrado, 1946), quien con esta performance, realizada con su compañero Ulay, pretendía que el público reparara en sus sentimientos hacia los otros cuerpos y en sus actitudes sobre el género y la sexualidad.

Imponderabilia (1997) de Marina Abramovic y Ulay
Imponderabilia (1997) de Marina Abramovic y Ulay

 

El trabajo artístico de Abramovic ha puesto especial énfasis en la exploración con su propio cuerpo de la resistencia física y moral. Así, por ejemplo, en una performance que realizó en 1974 en Nápoles, Abramovic se presentó a los espectadores junto a una mesa repleta de objetos de lo más diverso: cuchillos, agujas, una rosa, una pluma, un látigo, un tenedor, tiritas, azufre, miel, un peine, un pintalabios, agua, una pistola, una bala, pintura, una vela, clavos, cadenas, un hacha, cerillas, tijeras, aceite de oliva…, ofreciéndose para que hicieran con ella lo que quisieran, como se decía en un cartel: «En la mesa hay setenta y dos utensilios que pueden usarse sobre mí como se quiera. Yo soy el objeto». En las seis horas que duró la performance, los espectadores le habían rasgado la ropa e infligido numerosos cortes, la habían pintado, le habían puesto una corona de espinas y la habían encañonado con la pistola cargada, hasta que parte del público, consternado por la violencia que la artista soportaba estoicamente, puso fin a la performance.

Marina Abramovic es sin duda una de las más importantes y veteranas artistas de la performance, un tipo de arte en el que el cuerpo es el mensaje o el soporte del mensaje artístico y que ocurre en un espacio y un tiempo determinados, con y para el público asistente. En su extensa y variada obra ha investigado también sobre la identidad, los arquetipos humanos o la naturaleza del arte, y ha realizado videoinstalaciones, fotografía y escultura, casi siempre usando su propio cuerpo como eje principal para indagar en la compleja y contradictoria naturaleza humana: ¿quién soy? ¿quién es el otro? En una entrevista con Jovana Stokic (La Fábrica, 2008) cuenta que un día accedió a que le hicieran un retrato, pero el fotógrafo no quería retratar su rostro sino todas las cicatrices de su cuerpo. «Fue de verdad la primera vez que sentí celos por una idea tan buena», reconoce. «Cuando lo vi, pensé que ése era exactamente mi retrato».


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