Creadores

Sobre las vías de estudio del genio y la creatividad

El cerebro de Einstein conservado en formol en un frasco de cristal. La imagen de la creatividad no puede ser más perturbadora. Hay algo en ella que choca con sus frases célebres, sus pensamientos más humanos, su despeinada melena blanca; la visión de su cerebro varado en el fondo del tarro resulta una fantasmagoría al lado de esa foto con la lengua fuera. El icono del genio frente al cerebro inerte de un hombre llamado Einstein. ¿Cuál ha sido el resultado de esta confrontación medio siglo después de su muerte? ¿Está la materia inerte a la altura del genio? ¿Se ha encontrado algún signo distintivo de la creatividad en esa masa orgánica de kilo y medio y blanda como un aguacate maduro? Ni el patólogo Thomas Harvey, que se apropió en 1955 del cerebro de Einstein y que todavía conserva una parte, ni otros investigadores han observado grandes diferencias. Lo más sobresaliente se publicó en The Lancet el 19 de junio en 1999 (“The exceptional brain of Albert Einstein”), pero a pesar de las sutiles diferencias (peso global ligeramente inferior, lóbulo parietal un 15% mayor, ausencia de la cisura de Silvio, etc.) nada concluyente puede decirse sobre la naturaleza del genio y las bases biológicas de la creatividad. Y tampoco cabe esperar que los restos del cerebro de Einstein vayan a servir de mucho cuando se dispone de técnicas de imagen para analizar los procesos del pensamiento en vivo y existen aproximaciones psicológicas de gran interés.

Uno de los psicólogos que más ha estudiado la creatividad es Mihaly Csikszentmihalyi (pronúnciese, en ingles, “chick-sent-me-high-ee”), del Departamento de Psicología de la Universidad de Chicago. Sus investigaciones le han llevado a indagar, mediante rigurosas entrevistas, en la vida y motivaciones de más de 90 grandes creadores contemporáneos, entre los que figuran los científicos Jonas Salk, Ilya Prigogine y Linus Pauling, los escritores Nadine Gordimer y Naguib Mahfouz, y el músico  Ravi Shankar. Sus estudios, expuestos en el libro Creativity (Creatividad, Paidós, 1998), no prueban nada de forma tajante, pero apuntan, entre otras ideas, que la noción de creador atormentado es un residuo romántico que nada tiene que ver con el placer de la creación. Las vidas de todos los personajes son bien distintas: las infancias de unos fueron felices e infelices las de otros, la mayoría no fue especialmente brillante en la escuela y en la universidad, unos despuntaron antes y otros después, pero todos persiguieron con paciencia y trabajo sus objetivos, y tuvieron que dominar sus respectivos campos antes de aportar alguna innovación. Lo que parece distinguir mejor a los grandes creadores de las personas normales es la coexistencia de rasgos antagónicos (por ejemplo, humildes y orgullosos, objetivos y subjetivos, racionales e intuitivos, etc.), de tendencias de pensamiento y actuación que en la mayoría de las personas no se dan juntas. Como dice Csikszentmihalyi, “en vez de ser individuos, cada uno de ellos es una multitud”.


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