Sobre el exceso y defecto de datos para analizar la situación real del cáncer
Cada nuevo estudio epidemiológico sobre el cáncer en España replantea si la situación en nuestro país es mejor o peor que en otros países y si mejora o empeora con el tiempo. Y la verdad es que, incluso guiados por los más ambiciosos estudios, no es fácil extraer conclusiones, tal es la complejidad del problema, la variedad de tumores malignos, la dispersión y sobreabundancia de estudios (ampliada hasta lo inimaginable por internet), la cantidad de factores que hay que tener en cuenta y la tecnificación creciente del análisis estadístico. Parece como si por un lado hubiera un exceso de datos expresados en una enorme diversidad de parámetros y magnitudes y, por otro, faltaran los datos más sencillos y reveladores. Quizá estemos exagerando, pero al plantearnos las preguntas más básicas nos encontramos enseguida con los problemas que se citan más arriba. Planteémonos, por ejemplo, si en España la supervivencia global por tumores malignos a los cinco años ha superado la línea mágica del 50% o si la incidencia del conjunto de tumores aumenta o disminuye.
Un artículo como el publicado en el número del pasado 1 de abril de Medicina Clínica sobre la «Mortalidad por cáncer en España, 1955-1994» parece de entrada idóneo para aclarar estas cuestiones. En este estudio, que analiza la mortalidad en las ocho principales localizaciones tumorales en varones y mujeres durante estos 40 años, se dice que «la situación en nuestro país es desalentadora en comparación con la de la Unión Europea, en la que se ha constatado, en los últimos años, un patrón favorable en la mortalidad por cáncer de la mayoría de las localizaciones, a excepción del cáncer de pulmón en las mujeres». Pero las tendencias durante estos 40 años son diferentes según el sexo. En los varones, la mortalidad por cáncer ha aumentado globalmente debido, en primer lugar, al acusado incremento de los tumores relacionados con el tabaco (pulmón, páncreas y cavidad oral), y en segundo lugar al ascenso del cáncer colorrectal. El cáncer de laringe se ha estabilizado y el de estómago ha disminuido. En las mujeres la tasa de mortalidad para todas las localizaciones tumorales se ha mantenido estable; el fiel de la balanza apunta a la verticalidad: disminuye la mortalidad por cáncer de estómago y útero y aumenta la debida a cáncer colorrectal, de mama y de ovario. Otro estudio que podría aclarar el panorama es el titulado «Tendencia temporal de la incidencia del cáncer en Navarra y Zaragoza», publicado en el número de marzo-abril de Gaceta Sanitaria, por el experto en epidemiología del cáncer Gonzalo López-Abente, puede ayudar a completar la radiografía. En sus conclusiones se destaca «el importante incremento de la incidencia de cáncer» en estas provincias y, presumiendo que estos datos son extrapolables, en toda España.
Sin embargo, esta preocupante y negativa tendencia de la incidencia del cáncer en nuestro país no quiere decir que la incidencia actual sea peor que en otros países; los datos más recientes muestran que es muy similar a la de por ejemplo Alemania y mejor que la del Reino Unido. Por lo que respecta a la supervivencia, medida a los cinco años del diagnóstico, para el conjunto de las neoplasias es del 39,4% en los hombres y del 49,2% en las mujeres (según datos del periodo 1985-89), inferior a algunos países de nuestro entorno y superior a otros, pero lejos del 55,5% que declaran los NIH de EE UU para el periodo 1983-90 en la población blanca. Y, sin embargo, los tratamientos del cáncer, tan protocolizados como están, son actualmente muy similares en todos los países desarrollados. La verdad es que el enredo de la epidemiología del cáncer no se desenreda fácilmente en la red.
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