Sobre la capacitación del médico de familia en el tratamiento de los trastornos depresivos
Es bien posible que en medicina no haya otro iceberg mayor que el de la depresión. De entrada, lo que impresiona es el tamaño de este problema de salud, de unas dimensiones que quedan bien patentes en el estudio prospectivo elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el año 2020 (la depresión será entonces el mayor problema de salud, como comentamos en esta columna la semana pasada) y por su altísima prevalencia: una de cada 20 personas sufre al año una depresión y más del 15% de la toda la población mundial padecerá un episodio depresivo a lo largo de su vida (un 12,7% de los hombres y un 21,3% de las mujeres). Estas tasas de prevalencia no se corresponden, sin embargo, con los diagnósticos clínicos, manifestándose así un claro fenómeno de iceberg. En una de las conclusiones del libro blanco sobre "La calidad asistencial de la depresión en España", elaborado hace dos años con la colaboración de la sociedades españolas de Psiquiatría Biológica, Medicina General, Medicina Rural y Generalista y la Asociación Española para la Calidad, se hacía notar que dos tercios de la población española que padece depresión no solicitan ayuda médica mientras que buena parte de los que van al médico no lo hace por esta causa sino por otro tipo de dolencias.
Las causas de que la depresión sea un problema infradiagnosticado son muchas, pero entre ellas está el error de considerar que las depresiones reactivas o con causa conocida no son patológicas, como apuntó la doctora Carmen Leal, catedrática de Psiquiatría de la Universidad de Valencia, en una reunión sobre los "Avances en psiquiatría ante el siglo XXI" organizada por la Fundación SB y celebrada recientemente en Jerusalén. La prevalencia de la depresión, según Leal, llega a afectar al 40% de las personas que viven en residencias geriátricas. Sin embargo, "no creo en la llamada depresión de la vuelta de vacaciones, como tampoco que la infelicidad o la desgracia sean trastornos patológicos", afirmó la futura presidenta de la Asociación Española de Psiquiatría, para deslindar la depresión de los estados de ánimo normales y subrayar que se trata de una enfermedad. La depresión "es un trastorno médico como la hipertensión, la diabetes o la artritis que requiere tratamiento médico", enfatiza la OMS en su sitio web dedicado a "Mental Disorders in Primary Care: Depression".
Pues bien, como enfermedad que es, la depresión con todo su iceberg se está viniendo encima del médico de familia. La cuestión es si este profesional está preparado para ello. En el citado libro blanco de la depresión, que refleja las opiniones de psiquiatras, pacientes y médicos de atención primaria, estos últimos ponían de manifiesto hace dos años que carecían de las condiciones adecuadas para establecer correctamente el diagnóstico de depresión y que uno de cada cuatro médicos derivaba siempre estos casos al psiquiatra. El problema no es nuevo y preocupa en todo el mundo. El pasado lunes 17 de mayo se inauguró en Washington la reunión anual de la American Psychiatric Association y en la segunda sesión del día ya se abordaba el tema: "Psychiatric Training for Primary Care Providers: Comparisons Between Internal Medicine and Family Practice". Como quiera que los médicos de atención primaria son en muchos casos el primer contacto con el sistema de salud que tiene un enfermo depresivo, su posición es privilegiada para detectar el tratorno y tratarlo. En un reciente trabajo, publicado en el número de enero-febrero de los Archives of Family Medicine, se ha querido estudiar la capacitación de estos profesionales ante la depresión. Y, según este estudio, resulta que, al menos en EE.UU., la mayoría de los médicos de atención primaria confían en su capacidad para diagnosticar la depresión y lo asumen como una más de sus responsabilidades clínicas.
Un hecho constatado es que los pacientes depresivos utilizan unas tres veces más los servicios de salud que los que no padecen un trastorno depresivo. Por suerte, como subraya la doctora Leal, los avances terapéuticos en el tratamiento de la depresión han sido espectaculares en los últimos años. Hoy es una enfermedad curable, cuyo tratamiento está en buena medida en manos de los médicos de familia. Y quizá sea ésta la mejor vía para sacar a flote y sanear el enorme iceberg de la depresión.
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