Sobre los dibujos de anatomía cerebral de Leonardo da Vinci
[hr]De entre los múltiples talentos de Leonado da Vinci (1452-1519), el de investigador del cerebro es uno de los menos conocidos. El pintor y el ingeniero dejan en un segundo plano al Leonardo anatomista, aun cuando realizó importantes aportaciones en este campo y sus dibujos fueron durante siglos un referente para el estudio anatómico. Como neurocientífico, es autor de minuciosos y bellos dibujos del cráneo (identificó, entre otras estructuras, el seno maxilar) y los pares craneales, de precisas descripciones de las arterias meníngeas y de una teoría coherente sobre el funcionamiento de los sentidos, especialmente el de la vista, al que concedía la supremacía de la percepción y la categoría de ventana del alma.
El escaso conocimiento del Leonardo neurocientífico se debe en parte a que muchos de sus dibujos del sistema nervioso central, entreverados con su personalísima escritura invertida (era zurdo y escribía de derecha a izquierda, de tal manera que su letra hay que leerla con un espejo), no se publicaron hasta principios del siglo XX. Algunas de sus concepciones han resultado erróneas, pero sus trabajos representan un gran avance para su tiempo, como reconoce el neurocientífico del Kennedy Krieger Institute de Baltimore (EE UU) Jonathan Pevsner, un buen conocedor de la obra de Leonardo. Su éxito como anatomista se debe a que –casi siempre– dibujaba lo que veía, incluso cuando contradecía la opinión de su época. Así es como acertó a representar, por ejemplo, el cruzamiento de los nervios ópticos en el quiasma, aunque por otra parte no dudó en situar el sensus communis o sentido común en una pequeña celdilla en el centro del cerebro.
En uno de sus dibujos más interesentes, realizado hacia 1487 y ahora propiedad de la familia real británica, aparecen una cebolla y una cabeza humana cortadas. Y, en medio, una leyenda: “Si se corta una cebolla por la mitad, es posible ver y enumerar todos sus catafilos que rodean, en círculo, el centro de la cebolla. Si, de forma similar se corta la cabeza de un hombre, primero se cortará el pelo, después el cuero cabelludo, los músculos, el pericráneo y el cráneo; una vez en el interior, se cortará la duramadre, la piamadre y el cerebro; después, otra vez, la piamadre, la duramadre, la rete mirabile y la médula espinal”. El texto está tomado del Quanun fi-al-tibb (Canon de la Medicina), del médico persa Avicena (980-1037). En el dibujo se aprecia cómo el nervio óptico va del ojo al interior del cerebro, donde se encuentra con una hilera de tres celdillas ventriculares. Avicena situaba en la anterior el sensus communis, que recibía todas las sensaciones, mientras la media era la sede de la cognición y en la posterior se ubicaba la memoria. Leonardo desplazó el sensus communis al ventrículo medio, porque concedía una importancia central a la percepción visual y creía que allí llegaban los nervios ópticos. La neurociencia puede vanagloriarse de haber dejado atrás esta curiosa noción del sensus communis, pero sigue sin aclarar qué es eso del sentido común.
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