Sobre la aportación española a la investigación del cáncer y su divulgación social
Uno de los comentarios editoriales del New England Journal of Medicine (NEJM) de ayer cita cinco veces el nombre de un español. La quíntuple referencia del NEJM a Esteller et al. o Esteller y colegas responde a la publicación en las páginas previas de un trabajo original cuya trascendencia merece el análisis de los editorialistas. La presencia de investigadores españoles en las revistas médicas de mayor prestigio e impacto es cada vez menos inusual, demostrando la importancia creciente de la contribución española al desarrollo científico de la medicina en general y de la oncología en particular. Pero refleja asimismo el lugar secundario que ocupa la producción científica en español y permite constatar las enormes carencias que todavía arrastra la divulgación médica en castellano y la pobreza de recursos médicos en internet.
El caso de Esteller ilustra la situación. Manel Esteller es un científico español, joven y sin duda brillante. Tiene ahora 32 años y lleva cuatro en el Johns Hopkins Oncology Center de Baltimore, uno de los 17 «magníficos» centros del cáncer de EE UU (véase el mapa de estos 17 centros). En 1999 recibió el Young Investigator Award de la American Association for Cancer Research y este año el European Young Cancer Research Award. Su trayectoria investigadora está respaldada por los 32 trabajos recogidos en MedLine, casi todos en revistas de medicina, oncología y genética de primerísima fila (en inglés, of course), en 22 de los cuales aparece como primer firmante. El trabajo que ayer publicó el NEJM es de enorme interés y si los resultados preliminares se reproducen será sin duda ampliamente citado. Y es que lo que Esteller ha descubierto (con la colaboración de los otros siete investigadores que se resumen en et al., cuatro de ellos españoles también) es el primer marcador molecular que permitirá predecir si un paciente con cáncer va a responder o no a la quimioterapia. El estudio se centra en un tipo de tumor, el glioma cerebral, y en un tipo de fármacos antitumorales, las nitrosoureas (la carmustina, concretamente), del grupo de agentes alquilantes. Según el trabajo de Esteller, la respuesta o falta de respuesta de estos tumores a la carmustina no es una cuestión de azar como tirar una moneda al aire, sino que se correlaciona con la activación o desactivación del gen reparador del ADN MGMT. Si el gen MGMT está activado, las células tumorales son capaces de revertir la acción de los fármacos alquilantes, lo que las hace resistentes al tratamiento con nitrosureas. El trabajo de Esteller muestra que la metilación del gen MGMT lo inactiva y permite predecir una mejor respuesta a la carmustina (o mejorarla con agentes que metilen el gen). El test comercial para saber si el MGMT está o no metilado estará disponible a principios de 2001 por la empresa británica Virco, lo que permitirá seleccionar mejor a los pacientes que van a recibir este fármaco tan tóxico. Queda por ver si el hallazgo se repite con otros tumores, si la metilación de genes es un fenómeno más general y si todo esto tendrá implicaciones clínicas y cuándo.
Aunque este hallazgo parece tener una aplicación inmediata, el paso de la investigación a la clínica requiere siempre tiempo y paciencia. Dejar esto claro es una de las primeras funciones de la divulgación médica. Y aquí, hay que reconocerlo, la preponderacia y primacía de la divulgación en inglés es incuestionable, especialmente en internet. Los buscadores, Google por ejemplo, encuentra enseguida las cuatro grandes puertas de entrada a la información sobre cáncer: el National Cancer Institute, la American Cancer Society, CancerNet y OncoLink. Los sitios web españoles son pocos y están a años luz de estos cuatro. Incluso la mejor divulgación en castellano se encuentra allí.
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