Sobre la originalidad y la metodología de la copia
[divider_flat] Cuando un romano de los tiempos del Imperio Romano se apropiaba de un esclavo ajeno, le acusaban de plagio (plagium, mejor dicho). A pesar de los dos milenios transcurridos, la palabra sigue sintácticamente fiel a sí misma, sólo que ahora nos referimos no tanto a la apropiación de un siervo como de una obra o idea. Incluso léxicamente su evolución ha sido escasa: se dice “plagio” en español y portugués, “plágio” en italiano, “plagiat” en alemán, francés y sueco, “plagiarism” en inglés, “plagiaat” en holandés. A propósito de la evolución de las palabras, un trabajo publicado en el último número de Nature viene a decir que las más usadas son las que cambian menos, y viceversa. Es de suponer, por tanto, que ha habido y sigue habiendo mucho plagio, especialmente en todas aquellas actividades que priman la “originalidad”. Verbi gratia: la biomedicina. ¿Acaso alguien cree que los 700.000 publicados en 2006 y registrados en PubMed son realmente originales?
La inspiración, la bibliografía, las citas o las paráfrasis disimuladas son a menudo eufemismos o máscaras del plagio. En la era de Internet y de la copia de la copia, hay sin duda mucho plagio, pero también mucha hipocresía. Vaya por adelantado que todos los entrecomillados y la inspiración de esta columna proceden del artículo A favor del plagio, publicado por Manuel Arranz, responsable de la biblioteca de la Escuela Valenciana de Estudios de la Salud, en el número 2 de 2005 de la revista Gestión Clínica y Sanitaria, y en el que se preguntaba con ironía: “¿Por qué se molestan tanto los autores cuando les plagian? ¿En nombre de qué? (…) No me irán a decir a estas alturas que en nombre de la comunidad científica. A fin de cuentas el plagio beneficia la difusión de la ciencia”. Según Arranz, “el plagiario puede muy bien colocar su plagio en una revista mejor que aquella en que se publicó el artículo original, con el consiguiente beneficio lógico tanto para el autor como para la difusión de su trabajo (…). Deberíamos estar agradecidos de que se nos plagiase. A fin de cuentas, ¿quién se tomaría la molestia de plagiar un mal artículo? Para eso lo escribimos nosotros mismos”. En su panegírico del plagio, añade: “El plagio evitaría además que se escribieran muchos artículos superfluos (…). Si de lo que se trata es de publicar, ¿qué mejor que plagiar un buen artículo?”
Hasta aquí la cita o apropiación. El problema del plagio en biomedicina tiene mucho que ver con la desorbitada presión por publicar, pero también con la actual obsesión por la originalidad, que puede inducir a copiar sin que se note. Ser original es un mérito, pero no el único ni quizá el más importante (¿acaso las buenas revisiones no son más importantes que muchos artículos originales?). Entre la originalidad absoluta (imposible, por otra parte) y la copia perfecta (también imposible o al menos complicada) hay un vasto territorio en el que muchas veces es difícil ubicar el plagio. En ciencia, como en arte y otras actividades, a menudo es una cuestión de buena o de mala fe.
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