Sobre la visualización de la conciencia en el estado vegetativo
[divider_flat] Pérdida de conocimiento, coma, estado de mínima conciencia son algunos de los peldaños que descienden hacia la muerte cerebral. La medicina moderna permite mantener con vida a muchas personas con lesiones cerebrales graves y niveles de conciencia más o menos próximos a la nada. No siempre es fácil diferenciarlos, asegurar tajantemente que no existe posibilidad alguna de recuperación, saber hasta qué punto el paciente tiene preservada alguna función cognitiva. Con el paso del tiempo el pronóstico empeora, la esperanza de los familiares se debilita y se acrecientan los dilemas éticos sobre la prolongación artificial de la vida. Quizá el escenario más enigmático y éticamente peliagudo sea el estado vegetativo, una situación en la que el paciente ha salido del coma, mantiene el ciclo sueño-vigilia y muestra ciertas reacciones automáticas y predecibles, pero no manifiesta ningún signo externo de conciencia. ¿Nos oye? ¿Comprende lo que le decimos? ¿Vale la pena hablarle? Lo dramático es que esta situación puede prolongarse durante meses y años si se le administran nutrientes y otras medidas de apoyo, pues aunque normalmente conduce a la muerte, hay casos de recuperación tras años de inconsciencia. Está claro que el cerebro lesionado conserva las funciones necesarias para mantener el cuerpo con vida, pero siempre queda la duda de si existe algún nivel de conciencia.
Con el uso de las técnicas de neuroimagen funcional empieza a ser posible despejar esta duda. La publicación, en Science el año pasado (Vol. 313. No. 5792, p. 1402), del caso de una mujer en estado vegetativo que era capaz de comprender y responder mentalmente a órdenes verbales ha marcado un hito en la visualización del cerebro. Esta mujer, de 23 años, entró en estado vegetativo por las lesiones cerebrales sufridas en un accidente de tráfico. A los cinco meses, su cerebro fue estudiado con resonancia magnética cerebral mientras se le decían frases cortas o agrupaciones de palabras sin sentido. En ambos casos se observó que en su cerebro se activaban las mismas zonas que en las personas sanas sin lesiones neurológicas. Pero estas pruebas no son inequívocas de que exista comprensión consciente: también durante el sueño o con anestesia se pueden activar las regiones cerebrales relacionadas con la percepción del habla y el procesamiento semántico. La prueba definitiva de que la mujer mantenía un cierto nivel de conciencia llegó cuando le dieron instrucciones verbales de que se imaginara que estaba jugando al tenis o que entraba en su casa y recorría las diferentes habitaciones, y se pudo comprobar que en su cerebro se activaban las mismas zonas que en una persona consciente que imagina estas tareas. Los resultados de las imágenes funcionales demostraban que la mujer, a pesar de cumplir los criterios diagnósticos del estado vegetativo, era consciente de sí misma y de su entorno. Hablarle, por tanto, tenía sentido y había mayores esperanzas de recuperación. Aunque éste es un caso aislado, la neuroimagen se perfila como una poderosa ayuda para visualizar la conciencia y aclarar sus confines.
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