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Sobre los riesgos ambientales que amenazan a los niños

Un buen mapa puede valer más que mil palabras y mil imágenes juntas. Más allá de las farragosas tablas y los informes inacabables, la elocuencia de ciertos mapas que representan las diferencias y desigualdades es incuestionable. Este es el caso del nuevo Atlas sobre salud infantil y medio ambiente de la OMS, una obra necesaria que tiene la virtud de resumir en una veintena de mapamundis los principales peligros que acechan a los niños en todo el mundo y el abismo que hay entre ricos y pobres.

Los menores de cinco años representan el 10% de la población mundial, pero la carga de enfermedades y lesiones relacionadas con el medio ambiente que soportan es del 40%. Esta desproporción tiene que ver con la mayor vulnerabilidad de este grupo de población (menor fortaleza, desconocimiento de los riesgos y otros factores). Los niños no son adultos de menor tamaño: en proporción, respiran más aire, comen más alimentos y beben más agua que los adultos, por lo que ingieren también más sustancias nocivas en relación con su peso corporal. Cada año, más de tres millones de niños menores de cinco años mueren por la contaminación del agua, de los alimentos y del aire. Sólo el humo negro de la combustión de los combustibles sólidos (estiércol, madera, carbón, restos vegetales, etcétera) utilizados para cocinar y calentarse en el hogar mata a un millón de niños. El agua no sólo es la esencia de la vida sino de la dignidad humana, y la falta de este recurso esencial, de retretes y de una mínima salubridad favorece numerosas infecciones y hace que 1,6 millones de niños menores de cinco años mueren anualmente por diarreas. Un mapa muestra que casi todas las aguas residuales urbanas se vierten sin tratar en ríos, lagos y mares en los países más pobres, y que en un solo gramo de heces de esas aguas puede haber 10 millones de virus, un millón de bacterias, 1.000 quistes de parásitos y 100 huevos de helmintos. Y así, en sucesivos mapas, se van reflejando con toda su crudeza los riesgos de envenenamiento, de ahogamiento, de la polución ambiental, del trabajo infantil.

Con el desarrollo, los riesgos propios de la pobreza tienden a disminuir y aparecen otros relacionados con el tráfico, la industrialización, las tecnologías y el uso y abuso de compuestos químicos. Sólo en la Unión Europea se utilizan más de 30.000 sustancias químicas cuyos efectos potenciales sobre la salud no han sido bien evaluados. Como refleja un suplemento de la revista Pediatrics de abril de este año sobre los efectos de de las sustancias químicas, los fármacos y los agentes físicos sobre los niños, se desconoce si, a bajas dosis, la mayoría de los agentes químicos presentes en el ambiente tienen efectos oncogénicos, neurológicos, reproductivos o de otro tipo. Frente a todos estos riesgos inciertos, los autores del informe advierten de los peligros reales de envenenamiento, ahogamiento, atropello y otros accidentes que amenazan a los niños en los países desarrollados y que son, en su mayoría, evitables.


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