Intuir y comprender

Sobre las preguntas y las respuestas en arte y ciencia

La célebre frase de Picasso “yo no busco, encuentro” es tan explosiva que parece dinamitar todo el proceso de indagación, tanteo, aproximaciones y búsqueda obsesiva en que consiste la tarea artística. En realidad, la idea de que “nunca dejamos de buscar porque nunca encontramos” es mucho más consecuente con la obra de Picasso y la de otros muchos artistas. El arte es proceso y génesis, búsquedas y encuentros, es decir, preguntas y respuestas. Pero esto mismo también podría decirse de la ciencia. La diferencia entre uno y otra radica en el valor que conceden a las preguntas y respuestas.

En arte, hay una primacía de las respuestas: los encuentros felices, los hallazgos maravillosos, las creaciones auténticas; porque las preguntas son esencialmente invariables y tienen que ver con las grandes obsesiones del ser humano. El auténtico artista, en cierto modo, aspira a imitar a dios como creador, sacándose de la chistera de su arte nuevas criaturas. Por decirlo brevemente, la obra de cada artista es una respuesta única e intransferible. En ciencia, por el contrario, lo que importan son las preguntas, las nuevas y sucesivas maneras de interrogar a la naturaleza. El físico y ensayista Jorge Wagensberg, en su libro de aforismos “Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál era la pregunta?”, entiende así la actividad científica: “La historia de la ciencia es la historia de las buenas preguntas. Se avanza cuando cambia la pregunta. La respuesta es casi rutina. Un paradigma es una tregua entre dos buenas preguntas”. La historia del arte sería, en cambio, la historia de las buenas respuestas o, si se quiere, de los buenos respondedores

¿Qué es el tiempo? ¿Qué es la conciencia? ¿Qué son los sueños?¿En qué se diferencian los hombres de las mujeres? ¿Por qué nos enamoramos? ¿Cuál es el sentido de la vida? Estas son algunas de las 20 cuestiones a las que otros tantos prestigiosos científicos intentan dar respuesta a la luz de los conocimientos actuales en el recién publicado libro Las grandes preguntas de la ciencia” (Editorial Crítica, 2003), coordinado por la periodista Harriet Swain y con introducción del exdirector de Nature John Maddox. Pero, lo cierto es que las cuestiones que se plantea un científico son otras, más concretas y específicas, como resultado de aislar un trocito de realidad para definir en él unos parámetros. Las listas de grandes preguntas pueden resumirse al final en unas pocas esenciales, a las que difícilmente puede dar respuesta la ciencia.

El arte, sin el corsé del método científico, siempre puede ofrecer respuestas. “El arte es una mentira, pero una  mentira  a través de la cual podemos descubrir  la verdad, al menos la verdad que nos es posible comprender”, decía Picasso. “La grandeza de la ciencia es que puede comprender sin necesidad de intuir”, mientras que “la grandeza del arte es que puede intuir sin necesidad de comprender”, advierte Wagensberg. Sin embargo, la naturaleza humana nunca es totalmente pura, y ni en los grandes artistas hay intuición sin voluntad de comprensión ni en los grandes científicos hay comprensión sin una pizca de intuición.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *