Sobre la medicalización de la muerte y el papel que le toca jugar al médico
El pasado 7 de enero hablábamos en este rincón de Escepticemia de la medicalización de la vida y la creciente intromisión de la medicina en un montón de ámbitos ajenos a la curación de la enfermedad. En aquel comentario la muerte quedó a un lado, porque es un asunto que se presta menos a especulaciones, retóricas, escepticismos y discusiones. Pero esto es sólo una apariencia. La muerte como envés, amenaza y destino final de la vida es sin duda una de las palabras clave en medicina y está siempre presente en esta prosa de vida y muerte que es la literatura médica. ¿Alguien duda acaso que la muerte está hoy en día tanto o más medicalizada que la vida? Dejando de lado todo el corpus teórico que concibe a la medicina como una nueva religión, no hay más que presentar un dato para dejar bien patente hasta qué punto la muerte está medicalizada: un 78% de las personas que mueren en nuestro país lo hace en un hospital o centro sanitario (incluyendo geriátricos y residencias de ancianos).
Esta medicalización del fin de la vida y, especialmente, el problema de la dignidad de la muerte y lo que se ha dado en llamar eutanasia ponen al médico en una encrucijada de cuestiones éticas, científicas, jurídicas y sociales. Está claro que, en nuestro medio cultural al menos, el criterio médico ocupa un lugar central en cuestiones como el encarnizamiento terapéutico o los cuidados paliativos, pero también inevitablemente en otros más espinosos como la eutanasia administrativa o la asistencia al suicidio. Estas y otras cuestiones fueron tratadas en un debate entre expertos de diversas áreas (jurídica, bioética, médica, política, civil y religiosa) y medios de comunicación organizado el pasado 21 de marzo en la Fundación Vila Casas de Barcelona, donde se puso de relieve lo equívocos y confusos que son algunos términos utilizados en el debate sobre la eutanasia, y lo verde que está todavía el debate social. Sólo a raíz del caso del tetrapléjico gallego Ramón Sampedro y la emisión por televisión del vídeo de sus últimas horas, la eutanasia ha saltado del recinto académico a los medios de comunicación. En total, en el año 1998, el caso Sampedro originó 185 artículos periodísticos en los cinco diarios de mayor difusión nacional. Pero como un Guadiana informativo ha vuelto a ocultarse.
En este debate de la Fundación Vila Casas se habló también de la medicalización de la muerte. Y fue precisamente Salvador Pániker, presidente de la Asociación Española pro Derecho a Morir Dignamente, quien afirmó rotundo: «La muerte no se debe desmedicalizar porque el médico es la garantía de que no se cometan abusos». Este razonamiento parece consistente, pero también parece claro que los protocolos y las guías de actuación de los médicos en los casos más problemáticos no deben ser consensuadas sólo por los especialistas. Como quiera que el debate sigue demasiado centrado en el ámbito médico, para la reflexión sobre estos temas aquí va un ramillete de artículos publicados en la revista Annals of Internal Medicine del 21 de marzo (pueden consultarse en la sede de internet de American College of Physicians-American Society of Internal Medicine): Assisted Suicide: Finding Common Ground; Assisted Suicide Compared with Refusal of Treatment: A Valid Distinction?; The Role of Guidelines in the Practice of Physician-Assisted Suicide; Should Assisted Suicide BeOnlyPhysician Assisted?; Palliative Treatments of Last Resort: Choosing the Least Harmful Alternative y Responding to Legal Requests for Physician-Assisted Suicide.La eutanasia está y seguirá siempre abierta al debate, pero sobre todo debe estar abierta a la tolerancia entre las diversas culturas y familias morales.
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