La última que se anuncia es la píldora contra la adicción, que ya funciona en animales

Los felices sesenta no habrían sido lo que fueron sin la píldora. Deslindar sexo y reproducción ha sido uno de las grandes conquistas sociales y farmacológicas del siglo, y quizá como muestra de agradecimiento universal el término píldora ha estado reservado prácticamente en exclusiva para la de Pincus. La píldora por antonomasia, lo recoge así el diccionario de la Real Academia Española, es la píldora anticonceptiva. Sin embargo, en este fin de siglo otras sustancias químicas aspiran, con el apoyo más o menos tácito de los medios de comunicación, a merecer asimismo tan ínclito nombre. Se conoce que en el inconsciente colectivo la píldora se asocia con grandes cambios en el estilo de vida de los humanos y sus roles sociales.

En los últimos años se han anunciado y pregonado a los cuatro vientos, entre otras píldoras, las de la obesidad, la timidez o la impotencia. Como se ve, se trata de asuntos que afectan a cuestiones de gran importancia en las relaciones interpersonales. Tanto es así que a nadie se le ocurriría hablar de la píldora contra la gastroenteritis, la mucoviscidosis o el dolor de muelas, pero en cambio sí serían imaginables —y deseables— las píldoras contra la violencia o el aburrimiento. Cierto es que todo esto tiene algo de inverosímil y hasta de mágico, pero quizá se trata de eso, y el secreto de toda buena píldora es que funcione sin que la ciencia médica sepa exactamente cómo. Esto es lo que ha ocurrido con el sildenafilo, por ahora el último fenómeno mediático y farmacológico, aunque en este caso el acierto de la marca, Viagra, ha superado todas las previsiones y camina solo por el mundo sin las muletas de «píldora de la impotencia».

El éxito de esta píldora obedece a diversos factores, sin olvidar la impresionante campaña de marketing que la ha acompañado. La indicación del fármaco, la disfunción eréctil o impotencia del varón, y su administración oral ya hacían presagiar una buena acogida, pero es que además, como ha demostrado la ya larga experiencia que se tiene con Viagra, se trata de un fármaco bastante eficaz (resuelve el problema en más del 60% de los casos) y muy seguro, a pesar de las muertes que se le han atribuido y no perfectamente esclarecidas. Al éxito final ha contribuido la poderosa maquinaria de amplificación que son los medios de comunicación que han venido ocupándose de la píldora y sus aledaños desde su aprobación por la FDA de Estados Unidos en marzo de 1998. Las noticias en los medios superan con mucho los artículos científicos (al día 10 de julio MedLine recogía 214). Hasta ese día la BBC, por ejemplo, había difundido 335 noticias; la agencia ReutersHealth, 128, y el servicio de noticias incluido en el sitio web de Atheneum 37. Esta abundancia de tinta de periódicos no indica que se haya postergado el nivel científico del medicamento, sino simplemente que lo informativo ha trascendido lo puramente científico.

Hay razones para pensar que estamos ante una píldora que, como la de Pincus, actúa sobre aspectos físicos, psicológicos y sociales de las personas, es decir, aborda su salud de forma integral, según la vigente definición de la OMS. Y no sería de extrañar que los próximos éxitos de la industria farmacéutica vengan por ahí. En los últimos meses del año llegará a algunos países de Europa (a España, en la primavera del 2000) la llamada píldora para dejar de fumar, el Zyban, que fue aprobada por la FDA en 1997. Y sin ir tan lejos, esta semana mismo la revista Nature publica un trabajo en el que se da cuenta del éxito en animales de una sustancia, denominada por ahora BP 897, que al menos en los ratones disminuye el deseo de consumir cocaína. Se trata de una molécula que funciona como agonista parcial de la dopamina y que, según los investigadores, podría utilizarse para tratar no sólo la adicción a la cocaína sino también otro tipo de adicciones. Si la sustancia acaba superando los ensayos clínicos y se convierte en medicamento muy probablemente tendrá el éxito asegurado. ¿Quiere esto decir que vamos hacia un mundo feliz a golpe de píldora? Quizá no sea para tanto, pero tampoco habría nada de malo en ello, siempre que las píldoras que vengan sean seguras y eficaces.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *