La mano

Sobre su función en el desarrollo de la mente y en el arte

Ese gesto “tan feo” de señalar con el dedo a alguien, por el que son recriminados algunos niños pequeños, es todo un hito en el desarrollo mental de la especie y del propio niño. Hasta los 14 meses de edad, los niños no saben ejecutar ese “gesto de intencionalidad”, como lo denominan los psicólogos cognitivos y evolutivos. Pero ninguno de nuestros parientes más próximos en la escala evolutiva, ni los chimpancés ni ningún otro despabilado mono, es capaz de apuntar con el dedo de forma espontánea o después del oportuno adiestramiento. Y es que este sencillo gesto es muy revelador de la peculiar conexión mano-cerebro que tiene la especie humana y que, probablemente, no ha sido suficientemente valorada e investigada.

El desarrollo de la inteligencia humana le debe mucho a la mano, hasta el punto de que no sería exagerado decir que los finos y sutiles gestos manuales son una de las imágenes más representativas de eso que se llama inteligencia y que, por su carácter poliédrico, resulta tan difícil de definir. Algo tan aparentemente sencillo como es hacer una cama, una combinación de caricias y movimientos precisos de las manos para eliminar las arrugas de las sábanas y alisarlas, es un reto complicadísimo para la inteligencia artificial de un robot; por no hablar de las caricias entre personas o de los movimientos precisos de un tenista, de un jugador de baloncesto o de cualquier artesano. La mano humano no es sólo capaz de hacer lo que ninguna otra mano en el mundo animal sino que, como piensan algunos antropólogos, podría haber sido el motor de la humanización y una fuerza elemental en la génesis de la mente. En su ensayo La mano, el neurólogo Frank R. Wilson plantea una interesante meditación sobre el destacado papel que pueden haber tenido las habilidades manipuladoras de la especie humana en la configuración del cerebro humano. En su opinión, ha habido una coevolución del cerebro y de la mano, y la concepción cefalocéncrica de la inteligencia humana no hace justicia al papel relevante de la mano en la creación del pensamiento simbólico.

Una de las facetas en las que mejor se aprecia la conexión mano-cerebro es probablemente el dibujo. La mano no es sólo uno de los primeros temas representados por los hombres primitivos (entre las muestras más antiguas de arte rupestre están las huellas de manos o sus siluetas, pintadas en negros, ocres o rojos), sino que al dibujar la mano es realmente una prolongación del cerebro. La inteligencia de los artistas plásticos está en su mano y en su cerebro, tanto da. El caso del escultor Eduardo Chillida es especialmente notable, pues quizá nadie como él ha hecho de la mano el tema central de su obra: en cierto modo todos sus dibujos, grabados y esculturas salen de su mano y remiten a ella. Hay ciertamente muchos especialistas manuales, desde cirujanos a malabaristas, pero en todas las personas la mano es la quintaesencia de la inteligencia, y el cerebro le habla a la mano como la mano al cerebro.


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