Sobre realidad y representación en la obra de Magritte
Hacia 1929, el belga René Magritte (1898-1967) pintó el óleo La traición de las imágenes en el que aparece representada con el más ortodoxo realismo académico una gran pipa de fumar sobre la siguiente inscripción: “Ceci n’est pas une pipe” (“Esto no es una pipa”). En cuanto el espectador cae en la cuenta de la obviedad de Magritte, se sorprende de haber podido pensar en algún momento que la imagen pintada pudiera ser en realidad una pipa. Una anécdota que se cuenta de Matisse lo ilustra muy bien: cuando una mujer que visitaba su estudio le hizo notar que la mujer que aparecía en un cuadro tenía un brazo más largo que otro, Matisse le respondió: “Señora, se equivoca usted: esto no es una mujer, es un cuadro”. Y volviendo a Magritte: “¿La famosa pipa? No se cansaron de hacerme reproches. Pero, ¿puede usted llenarla? No, claro, se trata de una mera representación. Si hubiese puesto debajo de mi cuadro “Esto es una pipa”, habría dicho una mentira”.
Donde aparece una pipa y dice pipa, lo mismo podría haber una manzana y decir manzana (de hecho en 1964, Magritte pintó otro óleo similar con una manzana que decía: “Ceci nést pas une pomme”), o una nube, o una piedra, o una cortina, que son algunos de los objetos cotidianos que aparecen reiteradamente en sus obras. Pero también, como asimismo plasmó en el cuadro La clave de los sueños (1930), debajo de un huevo puede poner “la acacia”; de un zapato, “la luna”; de un sombrero, “la nube”; de una vela, “el techo”; de un vaso, “la tormenta”, y de un martillo, “el desierto”, tergiversando las palabras y mostrando la arbitrariedad de los significantes. Magritte dio un paso más allá al pintar otro cuadro en el que aparecen dos lienzos enmarcados: uno pintado todo de azul, y el otro con la palabra “ciel”. Para quien no conozca el significado de la palabra ciel (cielo, en francés), la mancha azul difícilmente puede remitir al cielo, pero al saberlo se abre ante el espectador un doble abismo entre objeto e imagen y entre objeto y palabra, que tanto sondeó este pintor metafísico para mostrar la incoherencia de los hábitos mentales.
Magritte, que se deslizó entre el surrealismo y el conceptualismo, es sobre todo una rara avis que se empeñó en hacer visible el pensamiento. Su obra es una profunda indagación pictórica sobre la realidad y la representación, lo visual y lo verbal, y sus posibles o imposibles relaciones, que otros artistas han continuado. En la instalación Una y tres sillas (1965), del artista conceptual Joseph Kosuth (1945), hay sobre el suelo una silla plegable de madera y en la pared, una fotografía que la representa con realismo y un cartel con la definición de silla del diccionario, mostrando así una progresión de lo real a lo ideal, pasando por lo representado. Los artistas postmodernos parecen ver superpuestas y difuminadas la realidad y su representación, dando el mismo valor a lo que vemos en televisión que a la propia realidad. Pero ésta es otra historia que no sabemos muy bien adónde conduce y cómo acabará.
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