Paleonutrición

Sobre la comida cavernícola y el totalitarismo dietético

Para los desengañados de las dietas de nombre propio y de los estrafalarios menús pseudocientíficos, ha llegado la paleodieta, la dieta del hombre de las cavernas adaptada para el urbanícola del tercer milenio. ¿Cabe imaginar acaso algo más clásico y a la vez vanguardista que el menú del hombre de la Edad de Piedra? Sabíamos que a menudo lo más moderno es lo más antiguo, pero remontarse al Paleolítico es más que un “revival”: es todo un credo dietético y de estilo de vida al que no le faltan gurús, libros de cabecera y vendedores de alimentos y otros gadgets, como reflejan algunos sitios de internet que predican  la buena nueva, como  PaleoDiet.com o PaleoFood.com. Si ha habido que remontarse tanto es porque la dieta de los cavernícolas esconde, al parecer, el secreto para combatir las enfermedades cardiacas, el colesterol elevado, la obesidad, la diabetes y otras de las llamadas enfermedades de la civilización, además del autismo, la esclerosis múltiple, la artritis reumatoide y otras patologías. Lo que ocurre con la paleodieta, tal y como se percibe a través de internet, es que mezcla hallazgos científicos con teorías sin fundamento, verdades a medias con oportunismo comercial, como en las recetas curalotodo.

Este nuevo credo dietético, surgido en EE UU como casi todos los credos de nuevo cuño, quiere imponer a sus fieles una forma de comer centrada en la carne, pero no la de las carnicerías convencionales, sino la de un animal salvaje, llámese alce, ciervo, antílope, bisonte o vaca, criado y alimentado en libertad. La paleodieta surge como una reacción a los supuestos errores alimenticios derivados de la agricultura, el exceso de hidratos de carbono, la alimentación del ganado con piensos y el consumo de carne con un nocivo balance de grasas. Según algunos estudios, como uno que publica ahora el European Journal of Clinical Nutrition (una publicación del grupo Nature), lo que importa para prevenir las enfermedades cardiovasculares no es la cantidad de grasa animal que se consume, sino el buen equilibrio de sus ácidos grasos esenciales, que es el tiene la carne de los rumiantes salvajes. Con el aval de este tipo de estudios se han escrito libros como The Paleo Diet: Lose Weight and Get Healthy by Eating the Food You Were Designed to Eat, de Loren Cordain, o NeanderThin: Eat Like a Caveman to Achieve a Lean, Strong, Healthy Body de Ray Audette, cuyo oportunismo comercial es tan innegable como el totalitarismo dietético que puede derivarse de su lectura. Lo cierto es que el fundamentalismo de la carne, salvaje o estabulada, no es muy diferente del vegetariano que pretende combatir, y que  ningún totalitarismo dietético va a traer respuesta a la madre de todas las preguntas: ¿por qué están tan gordos los estadounidenses? Hoy por hoy, la ciencia no tiene respuestas claras y prácticas para un asunto tan complejo y básico para la salud como es el de la dieta. Pero muy perdidos debemos de andar cuando el modelo alimenticio es el cavernícola.


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