Sobre la legibilidad de la prosa de los medicamentos
Más de un escritor ha reconocido su afición juvenil a la lectura de prospectos de medicamentos en tiempos en los que escaseaba la información y hasta la letra impresa. Pero la función de la prosa de los prospectos no es formar escritores ni ampliar el vocabulario del lector. Aunque extrañe a algunos, el destinatario de este papelillo de letra minúscula y prosa condensada no es el profesional sanitario sino el sufrido paciente. ¿Cómo es posible entonces que ninguno de los prospectos de los 25 medicamentos más recetados pueda ser considerado legible por los pacientes y que sólo lo sea uno entre los 100 más recetados?
Estos datos, derivados de un estudio de la Escuela Andaluza de Salud Pública, en colaboración con el Ministerio de Sanidad y Consumo, indican que algo falla. O los pacientes no saben leer o los autores del prospecto no saben escribir, o el estudio no es válido. Si damos por bueno el estudio, hay que convenir que la prosa medicamentosa no está a la altura de los pacientes y dar crédito a los defectos que señala el estudio, a saber, que poseen una escasa legibilidad lingüística, que sus frases y palabras son largas y complicadas, que el lenguaje es muy técnico y distante de las necesidades reales de los destinatarios, etc. Lo preocupante de esta situación es que la falta de legibilidad puede tener un elevado precio sanitario, ya sea en forma de incumplimiento terapéutico, de problemas médicos por interacciones con otros fármacos o de falta de eficacia por un uso indebido, entre otras.
El problema de la legibilidad de los prospectos no es tanto el del nivel del analfabetismo médico del paciente medio, sino el de la falta de adecuación del mensaje al destinatario. A nivel europeo, hay unas normas claras sobre las características que debe tener la información de los prospectos, pero está claro que muchos de ellos no se ajustan a estas recomendaciones. La responsabilidad es, en última instancia, de la Agencia Española del Medicamento, aunque es justo reconocer que los prospectos de los nuevos medicamentos están mejor redactados y estructurados en forma de preguntas y respuestas. Sin embargo, todavía no es suficiente. En un reciente encuentro entre enfermos y expertos promovido por el Foro Español de Pacientes, los enfermos han pedido que la información sea todavía menos técnica y disuasoria. La cuestión es si se puede conciliar el rigor y la comprensibilidad de la información. Quizá hagan falta documentos adicionales, pero no sólo se puede sino que se debe mejorar la prosa del medicamento. El precio de la desinformación es muy alto, y además los buenos prospectos ayudarán a remediar el analfabetismo médico.
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