Psicocardiología

Sobre los factores psicológicos de riesgo cardiovascular

El reciente número extra de Jano sobre el amor nos ha venido a recordar, en pleno otoño y a una saludable distancia del empalagoso día de San Valentín, que “el amor favorece seriamente la salud”. Quizá sería mejor decir “alegremente”, sobre todo para poder contraponer esta evidencia con otra no menos evidente: “la agresividad perjudica seriamente al corazón”. La World Heart Federation (WHF), la organización no gubernamental que aglutina a 166 sociedades de cardiología de un centenar de países, en su comunicado del último 14 de febrero acerca del positivo efecto que tiene el amor sobre el corazón, ya había dejado entrever la otra cara de la moneda, a saber, que el estrés, la falta de tranquilidad, la ansiedad y otros condicionantes psicológicos son auténticos factores de riesgo cardiovascular. Ahora en el número de noviembre de la revista Health Psychology de la Asociación Americana de Psicología (APA) se publica un estudio que lleva las cosas hasta el extremo de concluir que la presencia de un elevado nivel de hostilidad permite predecir la enfermedad coronaria mejor que los factores de riesgo cardiaco tradicionales, como el tabaquismo o los niveles de colesterol en sangre elevados. En su trabajo “Hostility, the metabolic syndrome and incident coronary heart disease”, el equipo de Raymond Niaura indica que las personas mayores con un alto nivel de hostilidad son los que tienen un mayor riesgo de enfermedad coronaria, con independencia de su índice de masa corporal, tensión arterial, niveles de triglicéridos y de insulina en ayunas.  

Si esto es cierto, está claro que la hostilidad en grado elevado es realmente perjudicial. Sin embargo, no parecen tan claras las fronteras entre hostilidad, ira, agresividad, odio, rencor y otras expresiones de violencia contenida o proyectada sobre los demás. Y mucho menos claro debe de ser cómo medir sus diferentes niveles. Pero lo cierto es que los psicólogos trabajan con el “constructo hostilidad/ira/agresión” y que disponen de diversas herramientas validadas para medirlo, también en la población española, como se informa en un artículo del grupo de Ana García-León, de la Universidad de Jaén, publicado en The Spanish Journal of Psychology que edita la Universidad Complutense de Madrid. A poco que uno se pone a indagar en este campo de estudio, empieza a ver que este constructo está siendo abordado desde muy diversos frentes. Y que así, poco a poco, se va dando forma y apuntalando la idea un tanto vaga de que existen factores de riesgo cardiovascular de tipo psicológico comparables a los biológicos, mucho mejor estudiados y comprobados, como apunta en el sitio web Psicocardiología la psicóloga Mirta  A. Laham. “La ira ofusca la mente pero hace transparente el corazón”, escribió en el siglo XIX el filólogo italiano Niccolò Tommaseo en sus “Pensamientos morales”. Y ahora nos da por pensar que ese corazón hostil e iracundo está en peligro. Ya sólo nos queda demostrar que la idea es cierta.


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