Redes felices

Sobre el caracter contagioso de la felicidad y su relación con la salud

La felicidad es un fenómeno colectivo que se propaga en red. Esta es la intrigante conclusión de un estudio de epidemiología social que publica ahora el British Medical Journal (BMJ). Pero, ¿qué quiere esto decir exactamente? La idea es que la felicidad de una persona depende de la felicidad de las personas con las que se relaciona. Lo que se planteaba el estudio era nada más y nada menos que evaluar si la felicidad podía transmitirse de persona a persona, y lo que comprobó es que, efectivamente, había nichos de gente feliz y que ello no se debía tanto a que las personas con un ánimo más positivo tiendan a agruparse como a que la gente feliz hace feliz a quienes les rodean. El estudio observó que la distribución en red de la felicidad se apreciaba hasta en tres grados de separación (el amigo del amigo de mi amigo) y esto sugería que la felicidad tiene la propiedad de expandirse por las redes sociales. Vamos, que se contagia como una enfermedad infecciosa.

Sabíamos que la risa es contagiosa, pero nadie se había atrevido a decirlo de un fenómeno tan subjetivo y complejo como la felicidad. Si se preguntara en una encuesta abierta qué es la felicidad, seguramente encontraríamos demasiados lugares comunes y, con tiempo para reflexionar, alguna que otra ocurrencia más o menos ingeniosa. Los libros de frases célebres están llenos de referencias. “La felicidad consiste en buscarla”, dicen algunos; “la felicidad consiste en no buscarla”, replican otros. Y todos tienen razón. No es fácil elaborar una definición redonda y universal, pero parece que la felicidad es algo muy vinculado a la salud y que tiene que ver, entre otras cosas, con la capacidad de hacer bien un trabajo y disfrutar con él, con el mantener unas buenas relaciones familiares y una vida social satisfactoria. En este sentido, no es nada nuevo plantear que la felicidad individual, aparte de un componente genético, tiene también un componente social (de hecho, la soledad es uno de los disolventes más eficaces de la felicidad). Lo más novedoso es dibujar la felicidad como un fenómeno que se propaga a través de las redes sociales.

El estudio en cuestión está hecho con la población que participó en el famoso Estudio del Corazón de Framingham. Los datos de 4.739 personas durante dos décadas indican que la proximidad de gente feliz influye en la propia felicidad, y que esta influencia se aprecia en vecinos y amigos próximos, decayendo con la dispersión geográfica, tal y como ocurre con las enfermedades infecciosas. Pero si la felicidad no es un agente infeccioso, ¿cómo se transmite? La mímica facial podría ser un elemento clave para el “contagio de estados emocionales”, y es posible participen las neuronas espejo que nos permiten experimentar en nuestras propias carnes lo que vemos en otros. Pero esto es algo que está por estudiar. Como ocurre a menudo, la epidemiología saca a la luz una hipótesis y luego tienen que venir las ciencias experimentales a estudiarla. Ahora lo que está por ver es si se atreven con la felicidad.


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