Tras 20 años de estudios, la evidencia científica de que los campos electromagnéticos causen cáncer es débil

Todo nuevo artilugio tecnológico que se introduce en la vida cotidiana de la gente pronto empieza a despertar sospechas. Los peligros para la salud son tantos y la epidemiología nos tiene tan acostumbrados a encontrar todo tipo de situaciones, actitudes o conductas de riesgo para la salud, que no es de extrañar que enseguida caiga una sombra de sospecha sobre cualquier nuevo intruso tecnológico. Y cuanto más esotérico es su funcionamiento y más cotidiana su compañía parecen incluso más amenazadores. Pensemos en los hornos microondas o en los teléfonos móviles o en cualquier otro aparato eléctrico que crea a su alrededor un campo magnético más o menos fuerte. ¿Quién puede asegurar que no entrañan ningún riesgo para la salud? Ahora, 20 años después de que se publicara el primer trabajo que asociaba una mayor incidencia de leucemia infantil con los campos electromagnéticos generados por las líneas de alta tensión, un informe del National Institute of Environmental Health Sciences (NIEHS), presentado al Congreso de Estados Unidos el pasado 15 de junio, concluye que la evidencia de que los campos magnéticos y eléctricos puedan causar cáncer es realmente «débil», aunque la exposición a estos campos «no puede ser considerada como totalmente segura».

El informe «Health Effects from Exposure to Power-Line Frecuency Electric and Magnetic Fields» presume de ser independiente y transparente, consta de 80 páginas y está disponible en Internet. Fue encargado por el Congreso al NIEHS en 1992 para revisar toda la información disponible e investigar el posible riesgo. Tras seis años de trabajos, «el NIEHS cree que la probabilidad de que la exposición a campos eléctricos y magnéticos sea realmente un riesgo para la salud es actualmente pequeña. La débil asociación epidemiológica y falta de pruebas de laboratorio que avalen esta asociación proporcionan sólo un apoyo científico marginal a que este agente provoque algún tipo de daño».

En estos 20 años, sobre los posibles riesgos para la salud de los campos electromagnéticos se ha dicho de todo. Consultando en las hemerotecas lo publicado en los medios de comunicación se podrían encontrar todo tipo de afirmaciones y posturas extremas, desde las que culpan a las líneas de alta tensión y un largo etcétera de artilugios eléctricos del desarrollo de diversos tipos de cáncer y otras alteraciones biológicas hasta las que los eximen por falta de pruebas. Por supuesto, también hay informaciones más ponderadas y numerosos artículos en los que se ha dicho y repetido que nada seguro se podía decir al respecto. Ciertamente los medios de información general son más proclives a la exageración que las publicaciones científicas, pero es que incluso en las más prestigiosas revistas médicas se han publicado centenares de estudios que se contradicen entre sí. En MedLine hay 5000 trabajos que tratan de los campos electromagnéticos y unos 500 que hablan además de sus posibles riesgos. Hay estudios para todos los gustos. El plato fuerte ha sido la relación que pueda haber entre leucemia infantil y las líneas de alta tensión, pero también se han estudiado los efectos de los campos eletromagnéticos producidos por mantas eléctricas y ordenadores; la influencia de estos campos sobre hombres y mujeres, militares y civiles; su relación con tumores del sistema nervioso y con el cáncer de mama en mujeres (y también en hombres); o su efecto sobre la fertilidad, el embarazo, la concentración de diversos iones y la depresión.

Realmente se han dicho tantas cosas, se han lanzado mensajes tan alarmantes y contradictorios, y se ha armado tanto ruido que a estas alturas resulta lógica y natural cierta prevención ante los campos electromagnéticos. Total, hasta el informe se cura en salud y recomienda reducir en lo posible la exposición.


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