Sobre la oferta de contenidos interactivos y el autoconsumo de salud electrónica

“Buscar información de salud se ha convertido en uno de los usos principales de internet”. Con esta o similares muletillas, mayormente en inglés pero también en español y seguramente en otras lenguas, se inician no pocos artículos y ponencias que tratan de la llamada salud electrónica. Se podría fácilmente “demostrar” la verdad o falsedad de esta afirmación con estadísticas y datos diversos, pero en todo caso es una apreciación discutible y sesgada. Pero quedémonos con el fondo de verdad que contiene y tratemos de diseccionar mejor por dónde van los intereses de los navegantes, qué información es la más solicitada, qué formatos y recursos son los preferidos y qué lugar ocupa internet entre las fuentes de información de salud para el público general. Para ello, que remedio, hay echar mano de las siempre peligrosas y engañosas encuestas.

En un comentario reciente (Hojeadores de salud) se aludía a la última encuesta de febrero y marzo de 2001 de la Health On The Net Foundation (HON), la respetada fundación suiza que ahora tiene problemas de financiación. Ahora, fijémonos en una encuesta realizada desde Australia que ofrece algunas pistas interesantes. Una: la salud de la mujer es el área más frecuentada (69%, frente a un 57% la del hombre y un 47% la de los niños). Dos: el cáncer es el trastorno más buscado. (No es de extrañar, por tanto, que el cáncer de mama sea, tras el dolor de espalda, el tema más buscado en MedLine Plus, el excelente servicio para el público general de la National Lybrary of Medicine de EE UU). Tres: el formato preferido es el sitio electrónico (68%), muy por delante del boletín remitido por correo electrónico (17%). Cuatro: la garantía de credibilidad y el buen mantenimiento del sitio son dos aspectos cruciales para los usuarios.  Además, la encuesta refleja un dato interesante sobre el lugar que ocupa internet como fuente de información de salud, que es ni más ni menos que un digno cuarto puesto, por detrás del médico (64%), las revistas (44%), la televisión (39%) y al mismo nivel que los amigos y conocidos (36%). Ahí queda eso.

Más allá de la pura información, en la actual oferta de salud en internet, orientada como toda la red hacia la personalización de los contenidos, hay un campo emergente que engloba cuestionarios interactivos, calcularas “online” de factores de riesgo y otras herramientas para medir la salud individual. No hay más que buscar un poco para dar con alguna calculadora que, tras completar un cuestionario que apenas dura unos minutos, evalúa al instante nuestro nivel riesgo, como la Coronary Heart Disease Risk Calculator y la Breast Cancer Risk Calculator, por citar dos de las innumerables calculadoras de dos de las enfermedades más frecuentes, hasta otras más controvertidos como la Teen Suicide Risk Calculator. La oferta de herramientas de este tipo no proviene sólo de portales que tratan de utilizar en beneficio propio el lógico interés de los usuarios por conocer su nivel de salud y las probabilidades que tienen de padecer tal o cual enfermedad. Sitios prestigiosos como el Harvard Center for Cancer Prevention ofrecen con las mejores intenciones preventivas y de promoción de la salud pública una batería de calculadores de riesgo (Your Cancer Risk) para los cánceres de mama, próstata, pulmón, colon, vejiga, melanoma, útero, riñón, páncreas, ovario, estómago y cérvix. No todas las calculadoras que se ofrecen en la red están tan bien validadas y, en cualquier caso, sus resultados son discutibles. El autoconsumo de salud, sin un médico detrás o al lado, entraña no pocos peligros potenciales. Está claro que la red es una prolongación del inmenso supermercado en que vivimos, pero esta salud de self-service no tiene nada que ver con la deseable salud a la carta.


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