Sobre las visiones globales de la salud y sus amenazas
Mucho antes del cambio de siglo ya se veía venir que el programa “Salud para todos en el año 2000” de la OMS era una ficción médica con un hermoso título. Pasó el año 2000 y el contraste entre ricos y pobres en materia de salud es ya algo “escandaloso”, como lo califica la OMS en su reciente “Informe sobre la salud en el mundo 2002”. Basta recordar el ejemplo clamoroso y bien conocido del sida para ilustrar el abismo que se abre entre unos países y otros en la prevención y el tratamiento de la enfermedad. Cuando el horizonte del 2000 quedaba todavía muy lejos, el objetivo irrealizable de la OMS se antojaba un sueño ilusionante, pero ahora sólo queda la memoria de un bonito eslogan almacenado en el baúl de los recuerdos con otras muchas utopías que revolucionaron, para bien y para mal, el siglo más utópico de la historia. Ahora el eslogan universal, entronizado por unos y demonizado por otros, es el de la globalización, un concepto abierto a múltiples lecturas y tan difícil de definir como de esquivar. Globalizadores y antiglobalizadores se enfrentan sin saber muy bien si están hablando de lo mismo o si, como ocurre con los síndromes no bien conocidos, abarcan procesos y manifestaciones bien distintas. El escritor italiano Alessandro Baricco en su libro “Next. Sobre la globalización y el mundo que viene”, que acaba de publicar Anagrama, se pregunta, con inteligente ingenuidad, si la globalización es algo más que un eslogan, que el gran anuncio del dinero para moverse a sus anchas, producir en condiciones ventajosas y ampliar mercados. Nada, ni siquiera la salud, se resiste a ser considerado como una mercancía globalizada. Sin embargo, hay o puede haber, como apunta Baricco, una globalización “limpia” en la que primen los aspectos positivos que tiene la conciencia creciente de estar todos juntos en el mismo barco, mejor comunicados que nunca y cada vez más interdependientes.
Ciertamente, el mundo está cambiando mucho en pocos años. Pero la OMS, la vieja agencia mundial de la salud, también está ofreciendo un perfil actualizado y diferente. Una prueba de ello es su informe de 2002, que pone énfasis en las intervenciones costoeficaces que pueden hacerse en las distintas regiones del mundo para aumentar la esperanza de vida sana de la gente, hasta en más de 15 años en algunas zonas y en unos cinco años en los países desarrollados. La actual directora, Gro Harlem Brundtland, “ha transformado la OMS de una agencia de salud pública en la que las buenas ideas van a morir en una fuerza que esta introduciendo la salud, especialmente la de la gente más pobre del mundo, en la agenda política internacional”, según afirma The Lancet en el debate que ha abierto en internet ante las elecciones de 2003 para director de la OMS y a las que no se presenta la doctora Brundtland. Su informe de 2002 es un buen reflejo de lo mejor de la globalización, por más que su influencia real sea incierta y la salud sólo sea para muchos una mercancía globalizada.
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