Tabaco@salud

Sobre la consideración del tabaquismo en el discurso médico y su decurso

El tabaco, hace medio siglo, lo anunciaban los médicos. Parece mentira, pero la publicidad de los cigarrillos aparecían “batas blancas” para alentar el consumo con el doble reclamo de estatus social y salud. Mucho han cambiado las cosas desde entonces, tanto en los mensajes médicos como en la consideración social del tabaquismo. Hace unos días, sin ir más lejos, el director del British Medical Journal (BMJ) anunciaba la renuncia como profesor de periodismo médico en la Universidad de Nottingham tras haber aceptado dicha universidad unos 1.000 millones de pesetas de la tabaquera British American Tobacco (BTA) destinados a crear un centro internacional para el estudio de la responsabilidad social y corporativa. Una de las peculiaridades del caso es que la decisión de Richard Smith fue tomada tras consultar a los lectores del BMJ en internet. En la encuesta, que registró 1.075 respuestas entre el 4 y el 10 de mayo, un 84% de los lectores manifestó que la Universidad de Nottingham debería devolver el dinero y, si esto no ocurría, un 54% consideraba que Smith debía dimitir. En su carta de renuncia, que se publica en el último número del BMJ, el director comunica que daría marcha atrás encantado si la universidad devuelve el dinero. Las reacciones de los lectores al gesto de Smith, con unos expresivos “bravo” y “bien hecho”, son un buen indicio de cuál es actualmente el discurso médico dominante sobre el tabaco y su industria.

El punto de inflexión de la postura médica sobre el tabaquismo se produjo en 1964, cuando el Surgeon General de EE UU anunció que fumar podía causar cáncer y entrañaba otros graves riesgos para la salud. La evidencia científica acumulada (en PubMed hay más de 79.000 referencias para smoking) ha convertido al hábito de fumar en el enemigo número uno de la salud. El mensaje médico universal se puede resumir en esta frase del director general de Salud Pública de EE UU: “Dejar de fumar representa el paso más importante que los fumadores pueden dar para vivir más tiempo y mejorar la calidad de sus vidas”. Pero el abandono del tabaquismo no es tan fácil, no sólo porque es una adicción sino porque además concurren otras fuerzas y condicionantes de la conducta, desde los puramente económicos hasta los que agitan las banderas de la libertad y la rebeldía u otros resortes que impulsa la publicidad con gran despliegue de medios e imaginación. Planteadas las cosas (fumar o no fumar) en clave de confrontación, los excesos de la beligerancia antitabáquica pueden ser inútiles o contraproducentes: recordemos el impacto del caso Elphick (el fumador británico que murió por un infarto en 1993 sin recibir la debida asistencia) o reflexionemos sobre los la pertinencia de dar el salto que acaba de dar la UE al autorizar que en las cajetillas de tabaco ponga “Fumar mata”. Los efectos del tabaquismo sobre la salud parecen ya tan evidentes y unánimemente aceptados, que buena parte de las investigaciones y discusiones actuales se centran en las causas del hábito y cómo combatirlo.

Todo esto y mucho más está en la red: en internet hay más de un millón de páginas sobre el tabaco y el hábito de fumar, algunas de ellas muy esclarecedoras como las de la organización ASH (Action on Smoking and Health), las de los CDC sobre el tabaco, las de Smoking Cessation o las de la American Cancer Society. También hay, obviamente, otros puntos de vista. Aunque, si entramos en el sitio de la BTA resulta que esta tabaquera también parece dedicarse a promocionar la salud, pues según dice gasta al año 8.000 millones de pesetas en medio ambiente, salud y seguridad. ¿Es esto una argucia propagandística o una variante del pensamiento único? Si no supiéramos en qué año vivimos, pues igual nos lo creíamos. Pero, ay, estamos en 2001 y esto es internet.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *