Sobre el ascenso y la caída de los suplementos antioxidantes

[divider_flat] Los suplementos vitamínicos y especialmente los antioxidantes (vitamina A, betacaroteno y vitamina E)  han gozado de un aura de salud envidiable. El mensaje dominante en las dos últimas décadas, avalado por estudios observacionales y algún ensayo, era que los suplementos antioxidantes podían ayudar a prolongar la vida y prevenir el cáncer y las enfermedades cardiovasculares. Pero los tiempos han cambiado y, aunque todavía proliferan mensajes de apoyo, las pruebas acumuladas van desdibujando los supuestos superpoderes de estos suplementos y dibujando un panorama bien distinto. Estos complementos dietéticos, consumidos por un 10-20% de la población de Europa y EE UU, no sólo no parecen atesorar las virtudes preventivas que se les atribuían sino que incluso pueden resultar nocivos para la salud.

En este sentido, el Journal of the American Medical Association (28 de febrero de 2007) publica una revisión de lo más aleccionadora. En este metaanálisis, realizado a partir de 68 ensayos clínicos aleatorizados (232.606 participantes en total) por el grupo del danés Goran Bjelakovic, del Center for Clinical Intervention Research, en el Copenhagen University Hospital, se pone de manifiesto que el consumo de vitaminas antioxidantes ni alarga la vida ni mejora la salud en absoluto. Es más, el análisis de los 47 ensayos clínicos con un sesgo bajo, que incluían 180.938 participantes, evidenciaba que la ingesta de betacaroteno, vitamina A y vitamina E, juntos o por separado, se asocia con un incremento de la mortalidad del 5%. Los autores han analizado también los efectos de los suplementos de vitamina C y selenio, y no han encontrado pruebas de que la primera aumente la longevidad; y aunque el consumo de selenio sí parece aumentarla, tampoco hay pruebas concluyentes.

Los hallazgos de esta revisión contradicen las conclusiones de los estudios observacionales que avalaban los beneficios para la salud de los suplementos antioxidantes. Las pruebas que aporta este metaanálisis parecen ser lo bastante sólidas como para desaconsejar un consumo tan generalizado  de este tipo de suplementos dietéticos. Si todavía circulan mensajes a su favor no es porque no haya conclusiones científicas derivadas de múltiples ensayos clínicos de calidad, ya que, como afirman los autores, “los suplementos antioxidantes no sólo parecen ser uno de los temas más investigados, sino también una de las cuestiones clínicas más adecuadamente estudiadas”. Además, es muy posible que haya muchos más ensayos clínicos sin publicar, y probablemente serán los que muestren efectos neutros o negativos, por lo que el riesgo de mortalidad del 5% podría ser “conservador”, según los autores. El asunto de los suplementos muestra claramente que la publicidad y la práctica clínica pueden estar muy distanciadas de las pruebas científicas, que la biología tiene razones que escapan a la lógica antioxidante y que los complementos dietéticos no son necesariamente seguros, entre otras lecciones suplementarias.


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