Cifras y letras

Sobre la información estadística y textual sobre el cáncer

La tasa de supervivencia al cáncer ha alcanzado en EE UU un respetable 63% (en la población blanca, un 64%), de acuerdo con los datos divulgados este mismo año por el National Cancer Institute (NCI) y la American Cancer Society (ACS). Como es usual en oncología, el indicador utilizado es la supervivencia relativa (controlados otros factores) cinco años después del diagnóstico. Sin embargo, en Europa sólo sobrevive la mitad de los pacientes, en el mejor de los casos (en los países del Este es sensiblemente inferior). España, según los datos del estudio epidemiológico Eurocare-3, presentado en septiembre de 2003 y publicado poco después en la revista Annals of Oncology, tiene una tasa de supervivencia que ronda el 50%, lo que le vale un cuarto puesto en Europa. Sólo está por detrás de Austria, Francia y Alemania en hombres, y de Francia, Austria y Suecia, en mujeres.

Ante la sorpresa de que entre Europa y EE UU haya este abismo que muestran las estadísticas, cabe plantearse si reflejan fielmente la realidad. De entrada, se puede constatar que las estadísticas estadounidenses son más completas y actualizadas que las europeas (en España, sin ir más lejos, no existe un registro nacional de casos de cáncer). Pero además los datos de EE UU son tozudos e indican que la incidencia global por cáncer ha caído un 0,5% anual desde 1991 a 2001, mientras que tasas de mortalidad por el conjunto de tumores malignos se ha reducido un 1,1% anual desde 1993 a 2001, de acuerdo con el último “Informe anual sobre la situación del cáncer”, difundido por el NCI el pasado 3 de junio. Mientras, en España, las estadísticas muestran que la incidencia y mortalidad por cáncer siguen creciendo.

Pocos oncólogos reconocerán que el tratamiento del cáncer en España es peor que el de EE UU, y posiblemente estén en lo cierto, con la diferencia añadida de que aquí los tratamientos están al alcance de todos. Pero al margen de que nuestros datos epidemiológicos no estén a la altura de los estadounidenses y del probable retraso epidemiológico que tenemos en algunos cánceres (el de pulmón en la mujer es el más evidente), es bien posible que en lo que se refiere a prevención y diagnóstico precoz, dos de los pilares del control del cáncer, no se estén dedicando los mismos esfuerzos (el énfasis en la prevención del tabaquismo, por ejemplo, no es comparable). A pesar de partir aquí de una posición relativamente mejor, con menores tasas de incidencia y prevalencia, derivadas seguramente de las diferencias en alimentación y otros factores relacionados con el estilo de vida, EE UU nos lleva la delantera en algunos aspectos del manejo del cáncer. Sin duda uno de los más clamorosos es la información que reciben los pacientes. Basta fijarse en la calidad y cantidad de recursos informativos ofrecidos en EE UU a través de internet (los de MedLine Plus, el NCI, la ACS y tantos otros) para constatarlo: son realmente completos y envidiables. Menos mal que muchos de ellos también están en español.


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