Sobre los caminos de la meditación y la neurociencia
[divider_flat]El zen venido de oriente y pasado por la licuadora occidental lleva camino de convertirse en toda una seña de identidad en los países del “sol poniente”. Ya lo apuntaba el siempre atento Juan Cueto al observar que quizá el rasgo más característico y unificador de la última orgía consumista navideña en la cristianizada/descristianizada Europa eran las compras zen. El consumidor europeo está fascinado por el minimalismo decorativo, los cuencos, platos y demás utensilios de cocina japonesa, los libros de Feng Shui, los cursos de yoga y meditación, y otras mil y una variantes de consumo con aromas orientales adaptados a los gustos, necesidades y carencias occidentales. Está claro que no es fácil ser profeta en la propia tierra y que aquí “vende” más, por poner un ejemplo, el exotismo trascendental del Dalai Lama que el misticismo cristiano de San Juan de la Cruz. En cualquier caso, los insondables caminos del espíritu, ya sean principales, secundarios o tangenciales, están experimentando en nuestros días un renovado interés, bien sea para hacerlos a pie como el Camino de Santiago o sentados, con los ojos cerrados y movidos por las más diversas necesidades.
Por su parte, la ciencia y la biomedicina no son ajenas a este deslizamiento social hacia lo espiritual, y dentro de los márgenes propios de su actividad concretan su fascinación en el estudio de la interrelación cuerpo-mente, los secretos del cerebro y las fuerzas oscuras de la mente. Uno de sus divulgadores más exitosos, el psicólogo, periodista y “consultor internacional” de las emociones Daniel Goleman, autor del best seller La inteligencia emocional, ha vuelto por sus fueros al publicar el 4 de febrero en The New York Times un artículo sobre las potencialidades de la meditación contra el estrés y su constatación científica.
Goleman, que ha publicado un par de libros sobre el tema (en español está Los caminos de la meditación, editado por Kairós), da cuenta de ciertos estudios del psicólogo Richard Davidson, director del Laboratory of Affective Neuroscience de la Universidad de Wisconsin, que le han llevado a relacionar, sirviéndose de la resonancia magnética funcional y la electroencefalografía, la actividad del córtex prefrontal derecho con la hipervigilancia propia de la gente estresada, y a partir de aquí a elaborar un índice para medir el buen humor y el tono afectivo de una persona. Pero lo que realmente le interesa a Goleman es la comprobación de que los lamas tibetanos tienen un índice más positivo que el resto de las personas estudiadas, y que con un buen entrenamiento la meditación permite mejorar el buen humor, la capacidad de estar atento y hasta el sistema inmunitario. Tan convencido está Goleman de estas virtudes de la meditación que anuncia que se va a ir dos o tres semanas de retiro para meditar. Y la verdad es que toda esta mezcla y coincidencia de lamas, autoayuda, resonancias magnéticas y senderos espirituales nos pueden dejar a más de uno meditabundos.
Deja una respuesta