Sobre la credibilidad de los datos de morbimortalidad
Si alguien se toma la molestia de recapitular las cifras de afectados por las mil y una dolencias reales o imaginarias que afectan a la población, según proclaman los expertos y recogen los medios de comunicación, el empeño resulta enormemente revelador de cómo las cifras se pueden inflar y maquillar para mostrar el impacto social de todo tipo de enfermedades y condiciones.
Basta hacer una suma de urgencia de los afectados por los trastornos más mediáticos, esto es, los que saltan con mayor asiduidad y persistencia a los titulares de los medios de comunicación y las revistas profesionales, para constatar que el número empieza a resultar excesivo. Por centrarnos sólo en el caso español y utilizando datos publicados en JANO, al ir sumando los 3 millones de españoles con osteoporosis, los 3,6 millones de personas que padecen EPOC, los 4 millones que tienen varices, los 8 millones de pacientes con dermatitis atópica, los 2 millones de deprimidos, los 1.200.000 afectados de fibromialgia, los 7 que tienen estreñimiento, el medio millón de anoréxicos y bulímicos, los 800.000 con psoriasis, los 1.200.000 que tienen fobia social, los 6 millones de pacientes neurológicos, los 9 millones de reumáticos, los 6 millones que padecen eso que se ha dado en llamar colon irritable, los 10 millones con trastornos mentales, el millón y medio de personas con hipercolesterolemia familiar, el millón de pacientes con glaucoma, los 12 millones de insomnes, los 400.000 epilépticos, y cerrar la cuenta con unos 15 millones de alérgicos (en el año 2015 habrá 20 millones, nos dicen), pues resulta que tenemos ya, sólo con este puñado de dolencias mediáticas, más de 80 millones de enfermos en una población de 40 millones de habitantes. Sin contar los bebedores excesivos y los impotentes, los enfermos cardiovasculares, los de cáncer y tantos otros, resulta que con esta suma apresurada tocamos a dos enfermos o enfermedades per cápita. Algunos cálculos más finos y detenidos han computado hasta 20 dolencias per cápita en un país como el Reino Unido, cuyas condiciones de vida no son tan diferentes a las de España. Así las cosas, tampoco sería de extrañar que con las estadísticas de mortalidad que saltan a los medios de comunicación ocurriera algo parecido. Pero vamos a dejar en paz a los muertos.
Bien mirado, quizá no sea descabellado considerar el número de enfermedades per cápita como un indicador del desarrollo sociosanitario de un país. Esta claro que la fobia social o la impotencia sólo empiezan a considerarse trastornos de salud a partir de cierto nivel de desarrollo. Como demostraba con datos Amartya Sen, premio Nóbel de economía en 1998, cuanto más gasta una sociedad en cuidados de salud, más proclives son sus ciudadanos a considerarse enfermos. Y por si alguien se considera todavía sano, que repare en esta última dolencia, el “síndrome de desinformación médica”, pues tal y como están las cosas igual afecta al 100% de la población. O incluso más.
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