Milagros

Sobre los sucesos extraordinarios a la luz de la ciencia y la medicina

[divider_flat] Los milagros no son tan infrecuentes ni extraordinarios como pudiera parecer. De tanto en tanto acuden puntuales a la cita de la vida de cada persona (la expresión “vida y milagros” ya da a entender que en toda una vida caben unos cuantos). Habrá más o menos según lo estrictos que seamos en la definición de esos sucesos extraordinarios que llamamos milagros, obedezcan o no a una intervención divina. Pongamos que uno está en la calle y se le viene encima de la cabeza una descomunal maceta; la muerte parece segura, pero en el último instante alguien despliega un toldo que se interpone y evita el mortal golpe. ¿Es esto un milagro? Encontrarte en el otro extremo del mundo un reloj que habías perdido hace años, sobrevivir a un cáncer metastásico con el peor de los pronósticos o ver por televisión a un amigo de la infancia en el que justamente estabas pensando en ese momento, ¿son también eventos milagrosos?

El matemático británico John Edensor Littlewood (1885-1977) definió un milagro como podría hacerlo cualquiera: un suceso tan extraordinario que sólo ocurre una vez entre un millón y al que podemos atribuir un significado especial. La frontera podría trazarse más arriba o más abajo, ya digo, pero un millón se antoja un número de una contundencia y redondez importantes. Sin embargo, según la denominada “ley Littlewood de los milagros”, sucesos de esta rareza y significación se nos presentan a todos a razón de uno al mes.

Según la denominada “ley Littlewood de los milagros”, sucesos de esta rareza y significación se nos presentan a todos a razón de uno al mes

El matemático desplegaba sus cálculos a partir de la constatación de que continuamente estamos viendo, oyendo y percibiendo fenómenos: una mosca que vuela, la pantalla del ordenador, un coche que toca la bocina, una persona que cruza la calle… Todas estas cosas pasan por nuestra conciencia a gran velocidad, por lo menos una cada segundo, siendo poco estrictos. Suponiendo que estuviéramos alerta ocho horas diarias, expuestos a toda una avalancha de sucesos del mundo exterior, tendríamos unos 30.000 sucesos diarios, es decir, un millón al mes. Normalmente no reparamos en estos sucesos intranscendentes, pero de repente surge uno especial: por ejemplo, estás tirado en una carretera solitaria, con tu vehículo averiado, y se detiene a socorrerte alguien que milagrosamente es el actual dueño de un antiguo coche tuyo.

No es nada sorprendente que muchos milagros tengan que ver con la salud. Los registros de más de 600 milagros del Archivo Secreto Vaticano, utilizados en procesos de canonización por la Iglesia Católica entre los siglos XVII y XX, atestiguan que más del 95% de esos sucesos extraordinarios fueron curaciones de enfermedades. Los testimonios de los médicos han sido siempre cruciales en los procesos de canonización, pero está claro que muchos de los sucesos considerados milagrosos en otras épocas no resisten el paso del tiempo. Si en la salud abundan los milagros es porque son inherentes a los azares de la vida. Su presencia no es atribuible a medicinas milagrosas o médicos milagreros: es sólo cuestión de tener una muestra de tamaño suficiente.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *