Anatomía de la moral

Sobre la naturaleza natural y no natural de los juicios morales

[divider_flat] Hasta Heinrich Himmler, el principal responsable del holocausto judío, se sentía profundamente indispuesto al contemplar de cerca una ejecución. Su ayudante Karl Wolff relató en el documental británico The World at War (1973) lo que ocurrió cuando Himmler quiso presenciar con sus propios ojos el fusilamiento masivo de judíos. La ejecución se realizaba según el método de la “lata de sardinas”: en una gran zanja se colocaba boca abajo una fila de personas, y tras ser fusilada se colocaba otra fila boca arriba, que también era fusilada, y así de forma alternativa hasta completar la fosa. Himmler se acercó tanto a la zanja que le saltaron al abrigo y a la cara restos de cerebro de los ejecutados, y el propio Wolff tuvo que sujetarlo para evitar que se desmayara de la impresión. En el campo de concentración de Sachsenhausen también se sintió indispuesto en alguna ocasión similar, por lo que parece que el hombre que ordenó el asesinato en masa de millones de personas era incapaz de ver de cerca los horrores del asesinato sin que su organismo acusara el impacto moral.

En todos los dilemas morales en los que hay vidas humanas en juego, el común de la gente responde de forma diferente cuando puede decidir sobre la vida de otras personas de forma indirecta e impersonal o bien de forma directa y personal. Un ejemplo del primer dilema es el siguiente: un vagón suelto avanza hacia un grupo de cinco ferroviarios que trabajan en la vía, que si no son avisados morirán atropellados, pero el azar ha querido que usted pueda desviar ese vagón hacia otra vía en la que sólo hay un trabajador. Si decide mover la aguja del cambio salvará cinco vidas a costa de una sola. La mayoría de la gente responde que lo haría. En un segundo dilema moral usted se encuentra en un puente bajo el cual va a pasar un vagón suelto que arrollará a cinco ferroviarios, y la única manera posible de detenerlo es arrojar a la vía a una persona obesa que se encuentra a su lado. En este caso, en cambio, la mayoría de la gente dice que no empujaría a la muerte a un inocente para salvar a cinco.

Algunos investigadores creen que los factores emocionales son claves a la hora de tomar decisiones morales, y por eso a nuestro cerebro le parece inmoral empujar intencionadamente a alguien a la muerte pero no tanto el causarla como “daño colateral” para obtener un beneficio mayor. Para estudiar mejor los juicios morales, la Universidad de Harvard ha diseñado en internet una macroencuesta, The moral sense test, en la que invita a responder algunos dilemas. Uno de los puntos que sería interesante aclarar es hasta qué punto los valores morales son innatos y universales o son aprendidos. La idea del bien y del mal se nos revela como algo tan arraigado, espontáneo e intuitivo que parece como si viniéramos al mundo equipados con un cerebro moral. Ahora, con las técnicas de neuroimagen se están intentando conocer las bases naturales y no naturales de la moral, pero queda sin duda mucho camino por recorrer para que podamos aclarar mínimamente la anatomía de la moral.


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