Ciencia pop

Sobre la mirada científica como desafío y entretenimiento

[divider_flat] La ciencia no nos enseña a vivir. A vivir sólo se aprende viviendo y conviviendo con mejores o peores compañías, con mayor o menor suerte, ilusión, esfuerzo y compromiso, a base de aciertos y sobre todo de errores. Cuando cada cual tiene que aprenderlo prácticamente todo desde cero y experimentarlo por uno mismo, el valor del conocimiento colectivo acumulado resulta muy importante, pero sólo hasta cierto punto. En el caso del conocimiento científico, su utilidad para la vida individual es todavía menor. Puede que la ciencia sea la mejor manera de entender el mundo y la naturaleza, pero las cosas que más nos importan en nuestras vidas, desde la amistad al amor, parecen ajenas a ella. Se diría que la salud es una excepción, pero para ser precisos conviene recordar que la medicina no es ni una ciencia ni un arte, sino una disciplina empírica basada en métodos diagnósticos y terapéuticos auxiliados cada vez más por los logros tecnológicos de la ciencia.

Tampoco la medicina es fácil de entender para el profano, pues se apoya en estudios de elevada complejidad metodológica y sofisticación estadística que resultan difíciles incluso para algunos médicos. Como en todas las ciencias, el componente matemático es una barrera porque no es un lenguaje natural. Este ejemplo permite ilustrarlo: si su cintura mide un metro y le dan un cinturón de dos metros, se le separará unos 15 centímetros por todo el perímetro, pero si pensamos en una barriga mucho mayor, como puede ser la circunferencia de la Tierra, que mide unos 40.000 kilómetros, y la rodeamos con un cinturón un metro mayor, ¿cuánto se separa de la superficie? La respuesta es sencilla (basta emplear la fórmula que calcula el perímetro de una circunferencia), pero nada intuitiva: son los mismo 15 centímetros y pico.

Las matemáticas están sin duda presentes en la vida cotidiana, pero esto sólo lo saben ver bien los matemáticos. Conforme se profundiza en una ciencia cualquiera, se vuelve más impenetrable, impopular y alejada de la vida cotidiana. Sin embargo, con el desarrollo de la neurociencia empiezan a poder ser entendidos en términos biológicos algunos aspectos directamente conectados con las preocupaciones de la gente, como el enamoramiento, el altruismo, la negociación, las emociones o las decisiones morales. Aunque la utilidad práctica de todo este conocimiento y su influencia en la vida individual es por ahora limitada, la neurociencia está consiguiendo interesar al gran público como quizá ninguna otra disciplina científica. Por fin parece que aquí hay una gran oportunidad para popularizar la ciencia, para presentar en museos y medios de comunicación lo que podríamos llamar una ciencia pop que realmente atraiga y enganche a la gente. Quizá la ciencia haya de ser minoritaria y un tanto alejada de los problemas cotidianos, pero en ningún caso ha de ser aburrida. Aunque sólo fuera como desafío intelectual y entretenimiento, esta manera especial de mirar el mundo ya tiene sentido.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *