Sobre la tarea médica de desmontar los mitos relacionados con la salud
Que si la comida orgánica es más nutritiva, que si la vitamina C previene el catarro, que si necesitamos ocho horas para dormir bien, que si mezclar bebidas alcohólicas emborracha más, que si sólo usamos el 10% de nuestro cerebro, que si el estrés produce cáncer… La medicina es un terreno bien abonado para la mitología y el pensamiento mágico. Es verdad que en sus orígenes el arte de curar tenía elementos comunes con la magia, pero eso quedó atrás hace siglos. Con el actual prestigio social de la medicina y la ciencia pervivan, lo sorprendente es que haya tantas ideas sobre la salud y la enfermedad que no soportan el más mínimo análisis científico.
¿Por qué hay tantos mitos médicos? Probablemente porque la gente necesita dar sentido a lo que ocurre a su alrededor y tiende a dar crédito a cualquier fuente de cierta autoridad que se cruce en su camino, ya sea la televisión, el vecino o cualquiera que proclame con convicción cierta sabiduría popular trasnochada y que confunde las asociaciones con las causas. Una razón complementaria es que la gente es perezosa o reacia a pensar por si misma y no ha cultivado el necesario pensamiento crítico.
Para desmontar las innumerables ideas y creencias erróneas sobre la salud, la consulta médica se presenta como un escenario idóneo. Sin duda, este es uno de los mejores servicios que los médicos pueden prestar –y de hecho prestan– para mejorar la educación sanitaria de la población a la vez que su salud. Cualquier especialista o generalista puede sumarse a esta buena causa porque los mitos médicos son muchos y de lo más variado. En el campo de la nutrición, entre otros, hay mucho trabajo desmitificador pendiente, pero quizá el más apremiante sea el desmontar los mitos sobre el cáncer.
Uno de los mitos más prevalentes, infundados e injustos es el que asocia una actitud positiva y el espíritu de lucha con una mayor probabilidad de curación o supervivencia. La actitud positiva puede ser recomendable por muchas razones, tanto para enfermos de cáncer o cualquier otra persona, pero no hay pruebas concluyentes de que los factores psicológicos influyan en la evolución del cáncer, como demuestra una revisión de Bert Garssen que evalúa tres décadas de investigación. Esta misma revisión desmonta de paso el mito de que el estrés puede causar un cáncer: un grado elevado de estrés puede ser nocivo y desencadenar ansiedad y depresión, pero nunca un tumor maligno.
¿Y qué decir de la mitología de las terapias naturales? Contra lo que piensan algunos, los médicos no están en contra de estas terapias. De hecho, algunos tratamientos probados contra el cáncer provienen de plantas, y los oncólogos, como no podía ser de otro modo, apoyan cualquier tratamiento cuya eficacia haya sido demostrada en ensayos clínicos, merezca o no merezca la etiqueta de “natural”. El mito de la bondad de las terapias naturales no se sostiene porque lo natural no es necesariamente inofensivo. Y en el caso del cáncer, confiar en las terapias “naturales” en detrimento de las “antinaturales” de la medicina convencional carece de fundamento y, además, es peligroso.
La popularidad de la terapias naturales para el cáncer y otras enfermedades crónicas se debe a esta insensata idea de que lo natural es bueno y lo “no natural” es malo. El cerebro humano tiene una gran propensión al pensamiento mágico y por eso los mitos médicos proliferan como setas en otoño. El pensamiento científico es sin duda menos natural (el biólogo, ingeniero y divulgador Lewis Wolpert lo explica muy bien en su ensayo The Unnatural Nature of Science), pero es el que más garantías ofrece. Y los médicos, en sus consultas, son piezas clave para difundirlo, a la vez que se aplican en desmontar uno a uno los innumerables mitos sobre la salud y la enfermedad.
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