Decepciones

Sobre las preguntas y respuestas y los resultados negativos

El curso de la medicina, como el de la ciencia en general y también el de otras actividades no científicas, puede contemplarse como un devenir dialéctico o conversacional. El progreso aparece como un proceso dialogado, de preguntas y respuestas, que va dejando a su paso pautas de actuación provisionales. En medicina, las preguntas suelen surgir de la observación de los fenómenos y, más específicamente, de los llamados estudios observacionales; las respuestas a la preguntas planteadas intentan abordarse, siempre que se puede, a través de ensayos clínicos. Y mientras llegan esas respuestas, como los médicos no pueden quedarse cruzados de brazos, van haciendo las cosas lo mejor que saben y pueden. Sin embargo, muchos no acaban de entender este sencillo principio de funcionamiento, y creen erróneamente que la medicina se mueve siempre con certezas, sin darse cuenta de que bajo algunas recomendaciones médicas no hay una evidencia clara sino una acuciante pregunta.

Los grandes ensayos clínicos lo que pretenden es reducir la incertidumbre y sustentar la prevención y el tratamiento de las enfermedades sobre evidencias sólidas. En cambio, los estudios de observación sólo pueden abrir pistas, identificar nuevos factores de riesgo, plantear preguntas y sospechas, que no es poco. Cuando los resultados de ciertos ensayos clínicos echan por tierra algunas prácticas o ideas preconcebidas, muchos se llevan las manos a la cabeza y hablan de batacazos o fracasos. Es lo que ha pasado, por ejemplo, con los tres grandes ensayos clínicos (en realidad, un macroensayo con tres componentes) enmarcados en la llamada Women’s Health Initiative (WHI), que se han saldado con estrepitosos resultados negativos. Primero fue, en julio de 2002, el ensayo sobre los efectos de la terapia hormonal en la prevención de la enfermedad coronaria, que tuvo que suspenderse tres años antes de lo previsto porque los riesgos del tratamiento eran mayores que los beneficios. Los resultados del segundo ensayo, diseñado para evaluar el efecto de una dieta baja en grasas en la prevención de la enfermedad coronaria y de los cánceres de mama y colon, tampoco han sido los esperados, pues los primeros datos publicados en febrero de 2006 no avalan la recomendación de una dieta baja en grasas para prevenir estas enfermedades. Finalmente, la reciente publicación de los resultados del tercer ensayo, destinado a evaluar el efecto de los suplementos de calcio y vitamina D en la prevención de fracturas osteoporóticas y cáncer de colon, tampoco apoyan estas medidas preventivas.

Puede parecer que estamos ante una triple decepción, pero los resultados negativos no son en ningún caso un paso atrás. Las investigaciones bien planteadas y ejecutadas siempre mejoran la comprensión de los fenómenos estudiados. Ningún ensayo clínico es perfecto, pero es de esperar que los de la WHI no tengan graves deficiencias metodológicas. Porque eso sí que crearía una gran decepción y mayor confusión.


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