Sobre las magnéticas, hipotéticas y teoréticas relaciones entre el móvil y la salud
Cada vez más personas andan con el móvil pegado a la oreja y una mosca detrás. La razón de su mosqueo es la supuesta nocividad de las radiaciones electromagnéticas que emanan de los teléfonos móviles y, especialmente, la probable asociación entre las microondas que salen por la antena y el cáncer de cerebro. Como se trata de un territorio nuevo y poco explorado, pero a la vez sujeto a un gran desarrollo tecnológico y sembrado de billones, podemos presuponer que habrá las más diversas hipótesis y versiones, y que la verdad verdadera está escondida. Ya ocurrió en su día con inventos más prosaicos, como la manta eléctrica o el horno microondas. Pero el recelo de los usuarios de móviles proviene no sólo del confuso magma de informaciones, ampliado ahora con internet, sino de una cierta crisis de confianza en las autoridades por su actitud en casos no lejanos como el de la contaminación de sangre por sida en Francia o el de las vacas locas en Gran Bretaña. Aquí, ante el submarino Tireless, dialogan así dos personas en la viñeta de Máximo de hoy viernes en El País: “Hombre, quiero suponer que las autoridades militares y civiles saben lo que se hacen”. “¿Esta usted seguro?”, duda el otro. Pues así, entre un quiero suponer y un no estoy seguro, nos acercamos al sitio web de una de las autoridades con más autoridad, la FDA, por ver qué nos ilustra.
Estamos de enhorabuena. Primero porque gracias a internet podemos conocer los informes públicos de la FDA; segundo, porque aunque el móvil no es un alimento ni un medicamento, la FDA también se ocupa de su posible nocividad (aclaración: “It´s not a food or medical product, so why FDA?”); y tercero, porque la revista FDA Consumer magazine se ocupa en su número de noviembre-diciembre de 2000 del tema. ¿Y qué dice? Por si alguien no se lo imagina (improbable), en el título está la respuesta: “Cell phones and cancer: no clear connection”. Aunque suponíamos que las cosas no estaban claras, en el artículo de Tamar Nordenberg nos enteramos de que las investigaciones realizadas hasta la fecha son contradictorias y que a principios de 2001 verán la luz los primeros resultados de un estudio de los Institutos Nacionales de la Salud de EE UU. También que hay lugar para la picaresca y que en internet se venden móviles “con protección para las radiaciones”. Y que para el investigador y profesor de oncología radiactiva John E. Moulder, los efectos biológicos de los móviles se sitúan “entre lo imposible y lo implausible”. Por lo menos en EE UU el asunto ya lo tienen acotado.
Decía Jacques Delors en un reciente artículo que la esencia o la identidad europea era la duda y el cuestionamiento de toda certeza (“Europa, el continente de la duda”, se titulaba). Quizá por esto, y porque la duda está emparentada con la complejidad, aquí las cosas parecen menos claras; los factores en juego se antojan muy numerosos, y las asociaciones, siempre sinuosas y con un punto de sorpresa. La guinda del ejemplo la viene a poner esta semana el British Medical Journal, donde se plantea en una carta la siguiente hipótesis: el descenso del tabaquismo en los adolescentes pudiera estar relacionado con el aumento en la posesión y uso de teléfonos móviles. ¿Y por qué no? Un primer análisis estadístico pone de manifiesto la existencia de esta asociación entre los jóvenes británicos a partir de 1996. La hipótesis es del director de la asociación contra el tabaco ASH (Action on Smoking and Health), quien argumenta que el teléfono móvil satisface —igual que el cigarrillo— el individualismo y las aspiraciones adolescentes de integrarse en la vida de los adultos. Pero, claro, también podría plantearse una asociación similar con las motos o con los ordenadores e internet. ¿O no? Realmente las cosas no están claras, luego somos europeos. ¿Está usted seguro?
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